f) El regreso desde Egipto. Mt. 2 : 19 – 21
La estadía en Egipto fue de corta duración. Tal vez uno o dos años. Herodes pronto murió y se podía regresar. No menciona Mateo el posible lugar donde José y María vivieron. La tradición dice que fue en On, también llamado Heliópolis, que éra el mismo lugar en donde José el hijo de Jacob gobernara a Egipto siglos atrás (Gn. 41:45).
Como era natural, el regreso también fue dirigido por el ángel (vs. 19 ,20) y según v.22 deducimos que la idea de José era volver a Belén, la ciudad cuna de David, como el lugar mas apropiado para que creciera el niño Mesías. Pero Dios tenía otros planes, y le pequeña familia fue a residir a Nazaret, el que sería lugar permanente de les padres de Jesús.
g) Su niñez en Nazaret.
Notamos en el v.23 el cumplimiento de otra profecía por lo cual debían habitar en Nazaret. Se cree que Mateo se refiere a Isaías 11:1 en donde se le llama al Mesías “el renuevo”; y también Jeremías 23:5 y Zacarías 3:8. Porque la palabra hebrea “renuevo” es muy similar a Nazaret. Es un juego de palabras. Jesús era nazareno en un sentido doble si lo interpretamos de esta manera.
La ciudad de Nazaret fue a partir de vuelta de Egipto el hogar de Jesús hasta que tuvo 30 años. De los primeros doce años no sabemos mas que lo que en una frase nos dice Lucas:
“Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.” (Lc. 2:40). Pero es una descripción que aunque sintética nos demuestra el contenido de una personalidad asombrosa. Seguramente los pobladores de Nazaret fueron testigos de que nunca observaron en Jesús las mal crianzas y rebeldías que en mayor o menor grado se puede notar en niños y jovencitos de todos los tiempos. Muy al contrario les llamaría la atención la fidelidad y devoción hacia sus padres y hermanos, y el interés especial que manifestaba hacia las Escrituras.
Como cualquier otro niño, no estuvo libre de errores como cuando quedo tan absorto en su conversación con los maestros de lo ley, que se olvidó de sus padres y ellos tuvieron que perder tres días buscándolo. Este fúe en ocasión de la celebración de la Pascua (Dt. 16; 1-8) cuando subió a Jerusalén iunto a sus padres.
En el templo el niño da muestras de una saqacidad poco común y de profunda sabiduría, como también de la madurez que expresaba en su conversación.
El conocimiento de Jesús del AT (Lc. 2: 47) asombró a los escribas y maestros. El AT constituía la Palabra escrita de Dios. Jesús la amaba y su familiaridad con la Palabra dejó atónitos a los teólogos del templo. Jesús vivia con la palabra. La utilizó para resistir al tentador (Mt. 4:4,7,10) y fue hasta la cruz para cumplirla (Mt. 26:54) y expresó su agonía citándola constantemente (Mt. 27:46).
Hoy en día la Biblia terminó de completarse con el agregado del NT. Si lo que Jesús tenía le era tan querido ¿no deberíamos nosotros ser más cuidadosos en la lectura de la Biblia y en nuestro amor por ella?
Sin embargo, es aterrador ver hoy el descuido que se hace de la Biblia entre los mismos cristianos.
Lo que mas nos llama la atención no es sólo las sabias contestaciones a los maestros de la ley sino el hecho de que a pesar de su tierna edad, tenia un conocimiento preciso de lo que era su misión en este mundo y por primera vez lo declara abiertamente cuando dice: “¿por qué me buscabais no sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar.” (Lc. 2:49).
Pero los padres no entendieron nada en ese comento pues el versículo que sigue dice: “mas ellos no entendieron las palabras que les habló” (v.50). Su entendimiento estaba cegado a este aspecto de la revelación. Pasada la fiesta, la pequeña familia regresa a Nazaret. A partir de allí nada se nos dice de los años que siguen, hasta que comienza su ministerio público. Resaltan los v.51 y 52 que Jesús estaba sujeto a sus padres. Como hijo también Jesús es el modelo y no cabe duda que conocía citas importantes del AT como “honra a tu padre y a tu madre”, “oye hijo mío, la instrucción de tu padre y no desprecies la dirección de tu madre” entre tantas otras.
Nos queda la expectativa ¡qué bueno sería conocer algo de la vida de Jesús entre los doce y los treinta años! Pero creemos que Dios en su sabiduría ha tendido un velo de silencio ella.
Esto es lo que algunos evangelios apócrifos trataron de develar. Es propio del ser humano tratar de curiosear con sus propias fantasías donde Dios ha guardado silencio.
Todo ésto utiliza el diablo para evitar que el hombre se encuentre con la verdad. Ya vimos que así paso con María la madre de Jesús de quien el NT se ocupa muy poco.
Sin embargo, muchos escritores con su vana teología han llenado bibliotecas sobre María para desplazar la atención de los hombres de la persona de Jesús, y que así, no miren a Cristo como Salvador. Cristo es la figura central hacia la que apunta toda la biblia, cómo el único Señor y Salvador para llegar a Dios (Jn. 14:6).
Así paso también en los días de Pablo – y pasa hoy – de gente que quiere investigar los aspectos de la vida de Jesucristo en sus años de silencio.
El les previno diciendo:
“Ya no tenemos que pensar de alguien según lo que sea en este mundo; antes pensábamos de Cristo según lo que fue en este mundo, pero ahora ya no pensamos así de él.” (2Co.5:16).
Lo que mas debe interesarnos a los cristianos son el ministerio y mensaje de Cristo y no los detalles de su vida común.
El evangelio apócrifo de un tal Tomas cuenta una serie de milagros que realizó Jesús siendo niño. Por supuesto que jamas historiador alguno los ha tomado en cuenta, salvo para declarar lo que realmente son: puras fábulas que caricaturizan la vida del Hijo de Dios. Todo lo contrario de los cuatro evangelios. Uno de esos relatos, o mejor dicho historietas, dice que Jesús hacía pajaritos de barro y los hacía volar en un sólo soplo.
En otra ocasión resucitó un niño de la muerte para probar su inocencia y también que cambiaba a sus compañeros de juegos en animales. Estos relatos son lisa y llanamente basura, pues no solo dícen cosas absurdas sino que blasfeman el Santo nombre de Jesús (Juan 2:11).
h) El hogar de Jesús. No cabe la menor duda de que era un hogar santo pues de José nos dice Mateo 1:19 que era “hombre justo” aunque para los maestros de la ley fuera considerado un simple carpintero aldeano, oficio con el que sustentaba a su familia que con el tiempo fue bastante numerosa (Mt. 13:55; Mr. 6:3). María ya la hemos visto como una mujer de gran fe como se desprende por su respuesta al ángel Gabriel (Lc.1:38). A pesar de tener una familia numerosa no descuidó enseñarles a sus hijos tanto hombres como mujeres, todo lo que sabía de cosas espirituales. Y seguramente de manera especial ayudaba a Jesús a satisfacer su curiosidad por las cosas espirituales y el conocimiento de las escrituras.
Por otra parte, vemos que Jesús hasta en sus últimos momentos se ocupó del cuidado de su madre para quien tuvo un gran amor filial aunque eso no le impedía tener claramente establecido cuál era su primer deber (Lc. 11:27).
Como era costumbre entre los judíos, a la edad de 7 años Jesús fue enviado a la escuela de la sinagoga donde se les continuaba enseñando la lectura de las Escrituras y la historia de los grandes personajes Bíblicos como Abraham, José, Moisés, etc. y Jesús escuchaba todo con intensa atención no dejando que nada de las Escrituras escapara de su memoria.
Todos los sábados la familia completa asistía a la sinagoga en la que el jefe designaba a alguien de la asamblea para leer las escrituras. Tal vez mientras otros niños estaban distraídos Jesús prestaba gran atención.
Fue durante estos años que la mente de Jesús se iba enriqueciendo del conocimiento del AT – lo que se puede comprobar por Lucas 4:16. Su habilidad para la lectura era superior a la del promedio fruto de la dedicación y devoción que había sabido ejercitar.
También Jesús aprendió mucho a través de las fiestas anuales que se celebraban en Jerusalén – como por ejemplo, la fiesta de la Dedicación del templo que ocurría en invierno. La gente encendía lámparas en los bordes de sus techos y los jóvenes marchaban por las calles con antorchas encendidas. Al día siguiente concurrían a la sinagoga a cantar cánticos de gozo recordando los hechos del gran héroe Judas Macabeo que purificó el templo después de la vil desecración cometida por Antíoco Epifanes el perverso gobernador de Siria.
También estaba la fiesta de Purim en la que se celebraba la derrota de Amón, el que pretendió terminar con todos los judíos de la tierra, maniobra que fue desbaratada gracias a Ester y Mardoqueo.
Lo más grande era la fiesta de la Pascua o celebración del paso del mar rojo por Moisés y la liberación de 400 años de esclavitud.
Esta coincide con la fiesta cristiana de la resurrección que celebra a su vez la salida de la cautividad del diablo y el paso de la muerte a la vida. Todos iban a Jerusalen para celebrar allí; en caso de fuerza mayor, comían el cordero pascual en sus casas con pan sin levadura.
Luego de la Pascua seguía la de Pentecostés y en el otoño tenían la de los Tabernáculos en la que la gente dejaban sus casas para acampar en tiendas. Así celebraban los 40 años de habian vivido en tiendas de campaña en el desierto luego de salir de Egipto.
El objeto de estas celebraciones era que la gente recordara siempre todo lo que Dios había hecho por ellos y los padres debían tener especial cuidado de enseñar a los hijos la conciencia de estos hechos como de su significado.
No dudamos que desde su niñez Jesús estuvo consciente del significado bíblico de todo ésto, en cuanto a como Dios había demostrado su amor y su bondad por el pueblo de Israel.
Todas estas costumbres judías fueron captadas por el espíritu y el entendimiento del niño Jesús mientras, como nos dice Lúcas:
“Crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lc. 2:52).
Pastor José Roberto Reina.