“¡No, cuidado!… ¡Adora sólo a Dios!”
“Yo, Juan, soy el que vio y oyó todas estas cosas. Y cuando lo vi y oí, me postré para adorar al ángel que me había estado mostrando todo esto. Pero él me dijo: «¡No, cuidado! Soy un siervo como tú, como tus hermanos los profetas y como todos los que cumplen las palabras de este libro. ¡Adora sólo a Dios!” (22:8, 9).
Los términos “oyó y vió” – “oyó” se usa 27 veces en el libro, mientras que “vio” se usa 44 veces. Juan era realmente un testigo verdadero de estas cosas.
Sin embargo, dice, “me postré” – La visión de la Jerusalén celestial borra de la memoria de Juan su error anterior, (19:10). Aunque acaba de escuchar la voz de Cristo, se postra delante de su informante.
También los ángeles tienen el privilegio de ministrar la Palabra. Tienen gran dignidad y poder, pero no deben ser adorados. A pesar de lo que el romanismo dice en cuanto a rendirles culto y orar a ellos. Los que ha promovido un culto a los ángeles, confunden y apartan de la salvación a las personas, para que no descubran que Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tm. 2:5).
Otra vez, Juan, obnubilado por la grandeza de lo que está viendo, se deja llevar por un entusiasmo incorrecto, y recibe el reproche merecido. La respuesta del ángel es clara y tajante, como en 19:10. Ellos saben que la adoración le pertenece solo a Dios. Y tienen un santo temor a su presencia. Así que la brusquedad del ángel, no debe sorprendernos, es apropiada para la ocasión.
También me dijo: «No guardes en secreto las palabras del mensaje profético de este libro, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca. Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el *santo siga santificándose.» (22:10, 11).
No guardes en secreto – El libro de Apocalipsis tiene que estar abierto, ser leído y entendido. No debemos descuidar su estudio, pues sus enseñanzas animan e inspiran la fe del cuerpo de Cristo. Las instrucciones para Daniel fueron que sellara su profecía “hasta la hora final” (Dn 12:4), ahora Juan estaba viendo su cumplimiento. Entonces hay que proclamarlo!
Vemos a continuación, el significado de algunos términos utilizados por Juan para comprender mejor lo que parece una contradicción en el verso 11 ¿No quiere acaso Dios que todos se salven? ¿A que se refiere entonces?
En el término “malo” (adikón), un participio presente, indica una acción continua. 1 Juan 3:8 usa el participio presente, (poión), “el que practica el pecado (como un principio de vida)”. El malo (o injusto en la RV) puede presentar una apariencia de moralidad y aceptabilidad social, pero es nada más que una fachada de respetabilidad. Dios conoce a su corazón, 1 Samuel 16:7, que es donde reside la verdadera personalidad.
El otro término utilizado es “vil” (o “inmundo” en la VRV) – juparós. Significa “hacerse sucio”. Se habla del individuo que aún se burla de la decencia común. Su vida inmoral es pavoneada delante de todo el mundo. Santiago 1:21 implica una impureza voluntaria, de la cual el creyente se aleja.
Los verbos en el vocativo (aorista), “sea injusto…sea inmundo” (VRV), indica el estado fijo de esos individuos. El estado del justo y del santo es fijo también. No hay separación teológica entre la justicia y la santidad, sólo se hace aquí para destacar la diferencia entre la injusticia y la inmundicia.
Estando el destino de los hombres establecido por Dios, debe quedar claro, que lo que lo define es su propia actitud. De manera que mientras la gracia de Dios siga operando en esta dispensación todavía hay esperanza. Pero una vez terminado este período en el reloj de Dios, ya no habrá mas oportunidades.
Tanto el castigo eterno como la vida eterna no es una ocurrencia divina, sino una consecuencia inevitable. El pecado trae consigo su castigo y la santidad su recompensa delante de Dios. Analicemos nuevamente los vs 14 y 15. Leamos también Mt 13:38. Y veremos con claridad que existen sólo dos clases de personas ,y que solo hay dos destinos establecidos.
Hemos podido apreciar – y esto es un hecho destacable – que todos los desastrosos hechos de la tribulación no cambiarán el corazón de los hombres. El pecador se vuelve más perverso, blasfemo y provocativo. Las tragedias y los cambios en el medio ambiente no dan lugar a conversiones. Si los hombres no permiten que la bondad de Dios les guíe al arrepentimiento, la severidad sólo los endurecerá en su rebelión.
Quizás, entonces luego de lo que hemos visto en este libro, nos preguntamos: ¿cómo debe conducirse entonces el que es justo y santo para Dios?
La respuesta es sencilla, vivir una vida en sumisión al Señor, porque es la desobediencia de la raza humana la que obliga al Señor a juzgar al mundo. El creyente tiene que distanciarse de la rebelión del mundo para guardar los preceptos de la Palabra de Dios. Véase las palabras de Moisés a Josué en 1:7-8.
Adorar en confianza. Teniendo en claro Quién, y qué, es lo mas importante de nuestra vida (Sal. 27:4), el creyente puede apoyarse en las promesas de Dios. Algún día, la necesidad del evangelismo terminará, pero la alabanza durará por toda la eternidad.
Testificar en cada oportunidad, porque el libro no está cerrado, v. 10. El pecador tiene que escuchar que está perdido, que se avecina rápidamente el juicio eterno y que hay una escapatoria, la cruz del calvario. Aguardar en esperanza, porque cada día trae Su venida más cerca. Ademas, esta es la intención de este libro. Despertar en nosotros una actitud de ánimo y esperanza ante el inminente regreso del Señor.
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