Pablo y Santiago nos aconsejan a recibir cualquier sufrimiento como una oportunidad para crecer. En este sentido no importa si podemos distinguir si es una corrección o no. Debemos recibirlo como si no lo fuera, y como consecuencia crecer.
LA MAYORIA DE NOSOTROS los cristianos evangélicos, nos sentimos cómodos con la palabra “amor”. Reconocemos los falsos conceptos que el mundo tiene de la palabra; hemos palpado, por lo menos en parte, la profundidad del amor de Dios; y aún manejamos en cierta medida la “práctica del amor” que Pablo describeen 1 Co 13.
* Pero luego leemos He 12:4-11: ¿Dios castiga a los que ama? Con semejante afirmación el autor del libro nos deja con los esquemas tambaleando. Casi todos nosotros pondríamos las palabras “amor” y “castigo” como dos polos opuestos. Porque, ¿no es el amor “que echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo”? (1 Jn 4:18)
* Es cierto, pero si el amor en su sentido real es buscar el bien de la otra persona, entonces necesariamente tendrá las dimensiones de tristeza, disciplina y ¡aún enojo! Lo vemos, por ejemplo, en nuestro Señor Jesucristo (Mr 3:5).
* En el pasaje de Hebreos 12, por supuesto, es Dios quien ama… y disciplina. Su meta es transformarnos en la imagen de su Hijo, y no acepta que seamos menos. En este sentido, ningún sufrimiento en esta vida es unprecio demasiado alto para pagar, si nos lleva hacia esameta de Dios.
Pero vamos a pensar en algunas implicaciones del pasaje de Hebreos.
* Primero, el evangelio de “prosperidad” (Acepta a Jesús y serás siempre feliz y todo te irá bien.) es una mentira. La meta de Dios no es nuestra felicidad, sino la santidad (v. 10). Jesús mismo lo explicó con la parábola de los dos caminos (Mt 7:13,14). Por supuesto hay gozo y paz en el camino estrecho, pero lo vamos experimentando a pesar de las dificultades.
* Lamentablemente, la prosperidad no genera la santidad. Lo vemos en la historia de Israel, en las exhortaciones a los ricos en el Nuevo Testamento. Y actualmente en los evangélicos que han llegado a crear sus propios imperios económicos.
* No, la vida cristiana sana, necesariamente tendrá su medida de sufrimiento. Aun Cristo aprendió la obedencia por lo que sufrió (He 5:8). El pasaje de Hebreos llega al extremo de decir que si no experimentamos la disciplina, ¡es posible que ni aún seamos hijos de Dios (v. 8)!
* Segundo, cuando estamos en una situación difícil, clamamos a Dios para que nos ayude y nos libere. Pero en muchos casos, es probable que su amor, nos deje en esa situación a propósito. Recordamos a Pablo, cuando rogó a Dios para que le quite su “espina”. Pero la respuesta era: “Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra mejor en los débiles” (2 Co 12:9).
* Ahí está el problema. Hay una buena posibilidad que es justamente esa situación imposible, esa causa de sufrimiento, la que necesito para que crezca alguna dimensión de mi persona. Hay ciertas cosas que simplemente no podemos aprender si todo nos va bien. Paciencia, compasión, sabiduría son características forjadas en el horno de la experiencia, la experiencia que nos empuja hasta nuestros límites.
* Obviamente, ¿quién quiere sufrir? No creo que ser lo suficientemente valiente como para pedir más sufrimiento de parte de Dios con miras a mi crecimiento. Sí, el castigo duele (v. 11), pero por lo menos estoy comenzando a aprender que me puede hacer bien, si lo tomo con una actitud correcta.
* Tercero, no tenemos un padre caprichoso, cruel. No es como el padre que grita “no hagas eso” diez veces a su hijo desobediente, y luego con rabia le pega un cachetazo que lo deja tendido en el piso.
* Nuestros padres por lo menos intentaron (ojalá) corregirnos para nuestro bien (v. 10), pero sin duda fallaron muchas veces. Pero sabemos que Dios nos corrige siempre para lo mejor.
* La misma palabra griega traducida “corregir” (paidúo) en este pasaje, nos afirma lo mismo. En algunos contextos puede implicar un castigo duro, como por ejemplo, Lc 23:16 y 2 Co 6:9. Pero normalmente tiene el significado más amplio de educar, especialmente educar y criar a un niño (He 7:22). Habla de esa mano firme, pero cariñosa, que nos conduce hacia lo que más nos conviene.
* Por supuesto, el problema es saber cuándo Dios nos corrige. Porque hay varias causas del sufrimiento: las consecuencias de nuestros propios pecados, Satanás, el mundo sujeto a la muerte, y… la corrección de Dios. Claro, si me despiden del trabajo porque soy vago, no puedo echar la culpa a Dios, y si caigo enfermo, normalmente las causas son naturales, no divinas.
* Realmente, creo que nunca vamos a saber, puede ser que esta situación sea una corrección de Dios. Si es así, entonces, ¿qué necesito aprender, o llegar a ser? Pablo y Santiago nos aconsejan recibir cualquier sufrimiento como una oportunidad de crecer (Ro 5:3,4 y Stg 1:2,3). En este sentido, no importa si podemos distinguir si es una corrección de Dios o no. Debemos recibirlo como si no lo fuera, y como consecuencia, crecer.
* ¡Animo entonces, hermanos! Pensemos en Jesús, quien también sufrió, y quien ahora nos consuela (v. 3). Y, por lo menos en nuestro caso, ninguno de nosotros ha tenido que sufrir la muerte por su fe (v. 4).
* “Quién no corrige a su hijo, no lo quiere; el que lo ama, lo corrige.” (Proverbios 13:24)