En el capítulo 6 de la Epístola a los Efesios, versículo 18, se encuentran palabras que expresan con sorprendente e irresistible fuerza la apremiante importancia de la oración:
“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.”
Cuando se pone a considerar el significado de estas palabras y notar el contexto, el hijo inteligente de Dios se ve impulsado a exclamar:
“Debo orar, orar, orar. Debo orar con toda mi energía y todo mi corazón. Sea cual fuere lo que hago de más, he de orar.”
La versión revisada (en inglés) está mas fuerte, si se quiere que la autorizada:
“Con toda oración y suplicación, orando en todo tiempo en el Espíritu y velan en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.”
Nótese los “todos”: “con toda oración.”, “en todo tiempo”, “con toda perseverancia“, “por todos los santos.”. Nótese también la aglomeración de palabras fuertes: “oración”, “suplicación”, “perseverancia.” Además nótese la expresión significativa: “velando en ello”, más literalmente “siendo desvelados en ello.” Pablo entendía la pereza natural del hombre, y especialmente para la oración. ¡Cuán raramente oramos por las cosas hasta conseguirlas! ¡Con cuanta frecuencia la iglesia y el individuo se aproximan al punto donde pueden recibir una bendición en la oración, y luego de repente aflojan, se duermen, dejan de orar! Quisiera que estas palabras: “siendo desvelados en oración” penetrasen hasta lo más íntimo de vuestros corazones. Pero, ¿Porqué es tan necesaria esta constante, persistente, desvelada, victoriosa oración?
1.Primero, porque hay un diablo. Es astuto, es poderoso, es incansable, siempre está intrigando para efectuar la caída del hijo de Dios; y si éste cejara en la oración, caerá en el lazo del diablo. Este es el significado del contexto. El versículo 12 reza así: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Luego sigue el versículo 13: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.” Sigue una descripción de las distintas partes de la armadura del cristiano, con la que hemos de vestirnos si queremos resistir a Satanás y estar firmes en el día malo. Pablo llega al clímax en el versículo 18, diciéndonos que hemos de añadir la oración a todo lo demás – oración constante, persistente, desvelada en el Espíritu Santo, o todo lo demás no será de provecho alguno.
2. La segunda razón en favor de esta oración constante, persistente, desvelada y victoriosa, es que la oración es la manera divinamente señalada para obtener cosas, y la gran causa de toda carencia en nuestra experiencia, en nuestra vida y en nuestra obra es la negligencia en la oración.
Santiago, expone poderosamente esto en el capítulo 4, versículo 2, de su Epístola: ” No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.”. Estas palabras revelan el secreto de la pobreza y debilidad del cristiano ordinario – la negligencia en la oración.
-¿Por qué adelanto tan poco en la vida cristiana? – preguntan muchos individuos.
– La negligencia en la oración – contesta Dios -. No tenéis porque no pedís.
– ¿Por qué veo tan poco fruto de mis labores? – preguntan muchos ministros. Dios responde: La negligencia en la oración. No tenéis porque no pedís.
-¿Por qué se convierten tan pocos alumnos en mi clase? – reflexionan muchos maestros de la escuela dominical. Y Dios contesta: La negligencia en la oración. No tenéis porque no pedís.
-¿Por qué la iglesia de Cristo avanza tan lentamente contra la incredulidad y el error, el pecado y la mundanalidad? – están inquiriendo tanto los ministros como las iglesias. Y de nuevo podemos oír la contestación de Dios. No tenéis porque no pedís.
Del libro “Cómo orar” por R. A. Torrey.
(Continuará).