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CBNNews.com, Hallan evidencias de la existencia de los reyes bíblicos David y Salomón .
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CBNNews.com, Hallan evidencias de la existencia de los reyes bíblicos David y Salomón .
e)La huida a Egipto. Mt. 2:13-15. |
Desgraciadamente, en Israel, el único que tomó en serio el mensaje de los magos fue nada menos que Herodes y con la peor de las intenciones, por ello vemos que astutamente manda a llamar a los magos y se informa de les detalles del nacimiento, mintiendo que era “para ir también a Adorarlo” (Mt. 2:8). Podemos apreciar aquí cómo Satanás se oponía por todos les medios al nacimiento de Jesucristo. El sabía que este niño era el que venia a cumplir la promesa de que de la simiente de la mujer le aplastaría la cabeza. Herodes en este caso es la misma herramienta del diablo.
Al ser informados los magos por los sacerdotes y escribas que Belén era el lugar del nacimiento montaron sus camellos y se dirigieron, guiados por la estrella que reapareció delante de ellos hacia donde se encontraba el niño. Luego de adorar al niño y depositar los regalos a sus pies, emprendieron el regreso.
Pero nuevamente la mano del Padre amoroso cuidando a su hijo se deja ver. Mateo nos dice que “los magos fueren advertidos en sueños de no regresar donde Herodes, por lo que se volvieron a sus tierra por otro camino.” (2:12). Y sin duda que les comentarían este sueño a José y María quienes a su vez recibieron la confirmación también en sueños cuando José dormía (Mt.2:13) por lo que de inmediato vemos que emprenden el largo viaje hacia Egipto para salir del alcance del criminal Herodes.
Así que al amanecer inició el camino cruzando el valle de Ela, donde su antecesor David venciera a goliat.
Nos imaginamos con qué apresuramiento debieron hacerlo, los nervios, hasta saberse lejos de los soldados de Herodes. Los fuertes brazos de José llevarían por varios trechos al bebé, hasta llegar a Beerseba, donde estaban fuera de peligro.
Según Mt. 2:15 este hecho no escapó al atento ojo de Dios – también estaba profetizado según vemos en Oseas 11:1.
Es notable la gran actividad de ángeles en todos los acontecimientos. Pero especialmente del ángel Gabriel quien parece ser también al que dirige la huida a Egipto como si de una manera especial Dios le hubiese confiado el cuidado del niño. (Lc. 2:8-20).
Gabriel fue el príncipe angelical enviado desde el cielo para preparar los ángeles para la venida del Hijo de Dios (Lc. 1:19,26) y suponemos que es el mismo que apareció primero a los pastores y luego con las huestes celestiales (Lc. 2:9,13) que apareció a José (Mt. 1:24) y que como dijimos, dirigió la huida a Egipto. Notablemente él es quien da a Daniel la profecía de las 70 semanas (Dn. 9:12). Halley comentando de él nos dice: “¡Cómo se interesaba por la redención humana! Y como nos gozaremos al conocerle cuando lleguemos al cielo.”
Así como Dios contaba con tan maravillosos mensajeros, Satanás contaba con un truhán de colaborador aquí en la tierra. Ya dijimos quien era, Herodes el grande (37-3 AC), sólo agregaremos que obtuvo y retuvo el trono mediante una serie de crímenes brutales al punto que dio muerte a su esposa y dos hijos. Era sumamente cruel y despiadado. Fue el quien mató a los niños de Belén intentando matar Jesús.
Su hijo Herodes Antipas dio muerte unos 33 años después, a Juan el Bautista (Mr.6:14-29) y se burlo de Cristo (Lc.23:7-12).
Su nieto Herodes Agripa, 14 años mas tarde mato a Santiago el apóstol (Hch. 12:1,2). Su bisnieto Herodes Agripa II otros 16 años después, fue el rey ante quien fue juzgado Pablo (Hch . 25 :13-26 : 32).
Así notamos también que siempre las tinieblas estuvieron en gran actividad usando a hombres despiadados para entorpecer les planes de Dios .
En el libro de Apocalipsis 12:4 encontramos una referencia, que nos describe la escena de la huida a Egipto, relacionada con lo que acabamos de ver anteriormente de la desesperada acción de Satanás para impedir el ministerio de Jesús. Allí nos dice que el “el dragón se propuso comer a la criatura que tuvo la mujer y que era el destinado a gobernar a las naciones con cetro de hierro.” Aludiendo de esta manera a profecías tales como la de Is. 9:5 y el Sal. 2:9, pero termina diciendo “que ella huyó al desierto donde Dios le había preparado un lugar.” Así con esto se cumplía otra profecía mas, aquella que dice: “De Egipto llamé a mi hijo.” (Oseas 11:1).
Mientras tanto nos imaginamos cómo esperaba ansiosamente el cruel Herodes el regreso de los magos. Seguramente envió sus soldados a Belén y al enterarse de que se habían marchado estalló en una explosión de ira, y es allí donde su diabólica mente concibió el sanguinario plan: nada menos que acabar con todos los recién nacidos que hubiera en de Belén. Otra profecía se cumple, la de Jeremías 31:15 (Mt. 2:18) que se refiere a las lágrimas que una vez derramara Raquel ante su esposo Jacob cuando le dijo: “Dame un hijo o sino me muero” (Gn. 30:1) Ese clamor fue escuchado y dio a luz a José y luego a Benjamín. Ese amor apasionado por los niños se proyectó a los siglos posteriors y las nuevas Raqueles lloraron en Belén por sus inocentes hijos matados por los soldados de Herodes.
Nos imaginamos también el castigo que recibirá este hombre en la eternidad pues conociendo y creyendo en el nacimiento del Cristo fue tan necio para pensar que podía evitarlo. En la pequeña aldea de Belén no había muchos niños de dos años para abajo, posiblemente unos 20, lo cual era suficiente para la crueldad de Herodes.
La historia da cuenta de que éste no fue el ultime acto de sangre del maniático homicida, pues estando en agonía ordeno quemar en la hoguera a los estudiantes a escribas de Jerusalén y hasta hizo matar a su propio hijo Antípatro. Además, cuando se entero de que el pueblo se gozaba por su cercana muerte, ordenó que se ni hiciera una matanza general de todo aquel que mostrara el menor signo de alegría a su fallecimiento, lo que gracias a Dios, no se llevó a cabo.
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LA RESURRECION FINAL
Después, Juan describe la resurrección final de todos los muertos restantes:
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.
Y vi a los mertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron a-
biertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados
los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” Apocalipsis 20:20:11-15
En este relato observamos que la resurrección viene primero, y después el juicio. Este mismo principio se observa en cada etapa de la resurrección. Puesto que en sus cuerpos los hombres han cometido los actos buenos o malos, es en sus cuerpos también que tendrán que presentarse ante Dios para escuchar su juicio sobre esos actos.
Ya hemos visto que todos los que han confiado en Cristo para su salvación, serán resucitados antes del milenio. Esto incluirá los santos del antiguo pacto y los del nuevo pacto. Pareciera, por lo tanto, que la mayoría de los que resuciten al final del milenio, serán personas que han muerto en pecado e incredulidad.
En relación con esto es significativo qu Juan se refiera a los resucitados al final del milenio como “los muertos”: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios.” Este lenguaje es diferente del que emplea para describir la resurrección de los justos muertos al principio del milenio. Respecto de éstos dice:
“Y vivieron y reinaron con Cristo por mil años.” (Apocalipsis 20:4).
Respecto de los justos resucitados, Juan dice no solo que fueron resucitados, sino tambien que “vivieron”; estaban vivos en el sentido más completo y verdadero. Por otra parte, los que Juan vio resucitar al final del milenio estaban todavía “muertos”. Aunque resucitados del sepulcro en sus cuerpos, estaban espiritualmente muertos, en delitos y pecados, alejados y excluidos de la presencia y confraternidad de Dios. Son llevados ante Dios por última vez, solo para oír su sentencia final de condenación sobre ellos.
A partir de entonces, su destino es el lago de fuego, “la muerte segunda”, el lugar de destierro final eterno, de la presencia de Dios, el lugar donde no hay esperanza ni cambio ni regreso.
Entre todos estos, sin embargo, la Escritura indica que habrá al menos dos categorias de personas que saldrán a la resurrección de vida y no de condenación.
Una de estas categorias incluye a gente como la reina del Sur (Sabá) y los hombres de Nínive a que alude Jesús:
“La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí mas que salomón en este lugar. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí más que Jonás en este lugar.”
Lucas 11:31-32
En cada uno de estos ejemplos está claro que los hombres de esta generación (que rechazaron la misericordia que Jesús les ofrecía) se levantarán (resucitarán) para el juicio de condenación. Pero junto con ellos resucitarán dos grupos que recibirán misericordia en el juicio: la reina del Sur y los hombres de Nínive.
A diferencia de los santos del antiguo pacto, estos dos grupos no recibieron una revelación del sacrificio expiatorio de Cristo, anunciado en tipo y en profecía, en que ellos pudieran confiar para salvación. Consecuentemente no estarán incluidos en la resurrección de los que son de Cristo a su venida. Sin embargo, ellos respondieron en fe a la limitada luz que les llegó. Al final del milenio, por lo tanto, serán liberados de condenación y entrarán en la resurrección de vida.
¿Habrá otros de la misma categoría de la reina del Sur y los hombres de Nínive? Si así es, ¿quiénes? ¿Y cuántos? Las respuestas a estas preguntas pueden venir solamente de la omnisciencia del mismo Dios. No obstante, una cosa es cierta: los que han escuchado y rechazado el evangelio de Cristo se han excluido para siempre de la misericordia de Dios.
Una segunda categoría de gente que será librada de la condenación en la resurrección final serán los justos que hayan muerto durante el reino milenial de Cristo sobre la tierra.
Con respecto a este periodo milenial, encontramos el siguiente relato profético en Isaías:
“No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito.” Isaías 65:20
El cuadro que Isaías ofrece aquí de la vida en la tierra durante el milenio, indica que aunque el lapso de la vida humana será extendido mucho, de todas formas, tanto el justo como el pecador todavía estarán sujetos a la muerte. De esto podemos concluir que el justo que muera durante el milenio será resucitado a su final, pero que no estará sujeto al juicio de Dios sobre los injustos que resucitarán al mismo tiempo.
Si ahora volvemos a Apocalipsis 20, observamos lo completo y lo final que es la resurrección descrita por Juan:
“Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Apocalipsis 20:13
No habrá excepciones a esta resurrección final de los muertos restantes. Incluye a “cada uno”. Nadie es omitido. A cada dominio del universo creado por Dios se le exige con autoridad divina, que entregue a los muertos que tiene. Las tres palabras que Juan emplea en relación con esto son “el mar”, “la muerte” y “el Hades”.
El vocablo griego Hades corresponde al término hebreo Seol empleado en el Antiguo Testamento. El Hades o Seol es un lugar de confinamiento temporal para los espíritus de los difuntos, antes de su resurrección y juicio final. Después de la resurrección y juicio final, todos los injustos están condenados al lago de fuego. La palabra hebrea usada en el Antiguo Testamento para este lago de fuego no es Seol sino Gehena (infierno).
Por lo tanto hay una clara distinción entre Seol, o Hades, y Gehena, o lago de fuego. El Seol es un lugar de confinamiento temporal al que están condenados los espíritus-pero no los cuerpos-de los difuntos. El Gehena es un lugar de castigo final infinito, al que está condenada, después de la resurrección, la personalidad total de cada persona injusta: espíritu, alma y cuerpo juntos.
En Apocalipsis 20:14 se pone de manifiesto esta distinción entre Seol y Gehena:
“Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego”.
(Próxima entrega: “La muerte y el Hades son personas.”)
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AL FINAL DEL MILENIO
Ahora examinaremos la fase final de la resurrección. Pablo indica que ésta será precedida de la resurrección de los verdaderos creyentes-”los que son de Cristo, en su venida”-y coincidirá con la consumación del reino milenial de Cristo:
“Pero cada uno a su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son decristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” 1 Corintios 15:23-26
En el versículo 24 Pablo prosigue hasta la fase final de la resurrección. A esto se refiere él en la frase “Luego el fin”. Sigue adelante para indicar los otros sucesos importantes asociados con esta fase final de la resurrección.
Para entonces Cristo habrá completado su reino terrenal de mil años, al final del cual Dios el Padre habrá puesto a todos sus enemigos en sujeción a Cristo. El último de estos enemigos será la muerte.
Después de esto, Cristo el Hijo, a su vez le ofrecerá su reino a Dios el Padre. De acuerdo con su posición de Hijo, voluntariamente pondrá su reino y su persona en sujeción a su Padre.
Este acontecimiento final del reino terrenal de Cristo lo describe Pablo dos versículos después:
“Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos. 1 Corintios 15:28
Mientras estudiamos este cuadro profético del fin, observamos la perfecta armonía que exíste dentro de la Divinidad entre el Padre y el Hijo.
Primero Dios el Padre, durante el milenio, establecerá a Cristo el Hijo como su representante designado y gobernador sobre todas las cosas. Al final de este período el Padre habrá puesto a todos los enemigos de Cristo en sujeción a él; el último enemigo será la muerte. Después, Cristo el Hijo a su vez, sujetará bajo su Padre, su persona y todo lo que su Padre puso en sujeción bajo él. De este modo, dice Pablo, Dios el Padre, mediante Cristo, será “todo en todos”.
Este ofrecimiento de su reino completo que hace Cristo al Padre, representa el clímax y culminación del plan de Dios para todas las edades.
Pablo también describe esta gloriosa culminación del propósito de Dios:
“Dándonos a conocer (Dios) el misterio de su voluntad; según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.” Efesios 1:9-10
Esto que hace Dios el Padre, de reunir todas las cosas en Cristo, traerá “la dispensación del cumplimiento de los tiempos”; es decir, el período que marcará la culminación y consumación de los planes de Dios, que han ido madurando gradualmente a lo largo de todas las edades precedentes.
Si ahora volvemos a Apocalipsis 20, veremos exactamente la manera en que la resurrección final de todos los muertos restantes se relaciona con las otras partes del plan de Dios para la consumación del reino milenial de Cristo.
Juan describe el último intento de Satanás de oponerse a la autoridad de Dios y de Cristo, y de provocar una rebelión contra ella. Esto sucede al final del milenio:
“Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo y los consumió. Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.” Apocalipsis 20:7-10
Juan usa las frases “el campamento de los santos” y “y la ciudad amada” para describir la ciudad de Jerusalén y el territorio que la rodea. Durante el milenio, Jesusalén será el centro terrenal de la administración y gobierno de Cristo sobre las naciones de la tierra.
Durante este período, Satanás permanecerá prisionero en un abismo sin fondo, pero al final le será permitido salir sólo lo suficiente para provocar esta rebelión final entre las naciones gentiles, que culminará en un intento de atacar Jerusalén.
Pero Dios intervendrá con fuego del cielo. La rebelión será totalmente derrotada. Y el mismo Satanás será echado en el lago de fuego eterno, para ser atormentado allí junto con la bestia (el Anticristo) y el falso profeta. Estos dos últimos ya habrán sido echados en el lago de fuego cuando regrese Cristo a la tierra y comience el milenio.
(Próxima entrega: “La resurrección final”)
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Los testigos y los mártires
En Apocalipsis 11 leemos el relato de dos testigos de Dios durante el período de la tribulación y su martirio final por “la bestia que sube del abismo”: el Anticristo.
“Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres
por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. (…) Pe-
ro despúes de tres días y medio entró en ellos el Espíritu de vida en-
viado por Dios, y se levantaron sobresus pies (…) Y oyeron una gran
voz del cielo que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nu-
be; y sus enemigos los vieron.” Apocalipisis 11:9,11-12
La referencia deja bien claro que esta fue una resurrección en todo el sentido de la palabra. Aunque sus cuerpos no fueron enterrados, estos dos mártires habían estado muertos por tres días y medio. Entonces, a la vista de todos sus enemigos, sus cuerpos fueron resucitados, y ascendieron al cielo. Es interesante observar que su ascensión al cielo es similar a cada uno de los casos que ya hemos examinado pues ocurre en una nube.
Parece claro que la resurrección de los dos testigos es distinta de la de los cristianos descrita en 1 Tesalonicenses 4:16-17. No está asociada con el descenso de Cristo de los cielos, ni se menciona otro acompañamiento, como de una trompeta o la voz de un arcángel.
Si ahora volvemos a Apocalipsis, encontramos el relato de lo que parece ser una etapa posterior a la resurrección de los justos:
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de
juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio
de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la
bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes
ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los
otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años.
Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene
parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potes-
tad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y rei-
narán con él mil años.” Apocalipisis 20:4-6
La resurrección descrita aquí es de los que fueron decapitados y fueron mártires de Jesús durante el período de gobierno del Anticristo. Muestra que estos santos de la tribulación han sido resucitados al final de la gran tribulación, precisamente antes del establecimiento del reino milenial de Cristo. Ellos así comparten con el mismo Cristo, y con todos los otros santos resucitados, el privilegio de gobernar y juzgar a las naciones de la tierra durante el milenio.
Algunos comentaristas creen que estos mártires de la tribulación están incluidos en la resurrección de los cristianos descrita en 1 Tesalonicenses 4:16-17. Otros lo ven como una etapa distinta y subsecuente en la resurrección de los justos. Hay poco que ganar haciendo de estas diferencias un punto de controversia.
Juan cierra el relato de la resurrección de estos mártires con las palabras:
“Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tie-
en parte en la primera resurrección.” Apocalipisis 20:5-6
Con estas palabras Juan aparentemente indica que “la primera resurrección” está terminada. Todos los que toman parte en esta resurrección son “bienaventurados y santos”. Es decir, todos son creyentes justos. (Hasta este punto, ninguno de los injustos a sido resucitado. La segunda resurrección, es que los injustos tienen su parte, la describe Juan en la última parte de Apocalipisis 20.)
Si ahora combinamos las revelaciones dadas por Pablo y Juan, podemos ofrecer el siguiente sumario de la resurrección de los justos:
La resurrección total de los justos, desde el momento que Cristo mismo resucitó hasta la resurrección de los mártires de la tribulación precisamente antes del milenio, Juan la llama “la primera resurrección”. Todos los que tomen parte en esta resurrección son “bienaventurados y santos”; es decir, todos son creyentes justos.
Sin embargo, dentro de esta resurrección total de los justos, podemos discernir al menos cuatro sucesos distintos:
1- “Cristo, las primicias”: Cristo mismo y los santos del Antiguo Testamentos que fueron resucitados en ese momento que Cristo resucitó.
2- “Aquellos que son de Cristo, a su venida”: Los verdaderos cristianos que están listos para encontrarse con Cristo a su regreso, junto con los que murieron en la fe. Todos éstos juntos, arrebatados en las nubes para encontrarse con Cristo en el aire.
3- Los “dos testigos” del período de la tribulación, que dejan muertos pero sin enterrar durante tres días y medio, y que entonces son resucitados y ascienden al cielo en una nube.
4- Los que queden de los mártires de la tribulación, resucitados al final del período de la tribulación, para compartir con Cristo y otros santos el privilegio de gobernar y juzgar a las naciones de la tierra durante el milenio.
Tal es, en breve, el cuadro de la resurrección de los justos que se encuentra en el Nuevo Testamento.
(Próxima entrega: “Al final del milenio”)
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La resurrección y el arrebatamiento de los verdaderos cristianos
Pablo describe la resurrección de los cristianos para recibir a Cristo en su venida:
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” 1 Tesalonicenses 4:13-18.
El propósito primordial de la enseñanza aquí es consolar a los creyentes cristianos en lo relativo a otros cristianos-parientes u otros seres queridos-que han muerto. Estos cristianos que han muerto son descritos como “los que durmieron”,o, más exactamente, “los que durmieron en él”. Esto significa los que murieron en la fe del evangelio. El mensaje de consuelo se basa en la seguridad de que éstos, y todos los otros verdaderos creyentes, resucitarán.
La descripción real de esta fase de la resurrección es como sigue:
Primero: se oirán tres sonidos impresionantes que la precederán. El primero será la voz de mando del mismo Señor Jesucristo, tal como él mismo predijo:
“Todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” Juan 5:28-29
Unicamente la voz de Cristo tiene poder para hacer que los muertos salgan de sus tumbas. Pero en este momento particular él llamará sólo a los muertos justos; a los que han muerto en la fe. El llamado a los muertos injustos se reservará para la última fase de la resurrección.
Los otros dos sonidos que se escucharán en ese momento serán la voz de un arcángel y la trompeta de Dios. El arcángel aquí mencionado será probablemente Gabriel, pues pareciera que su ministerio especial es proclamar sobre la tierra las inminentes intervenciones de Dios en los asuntos de los hombres.
El uso principal de la trompeta en la Biblia es para reunir al puebo de Dios en algún momento especial de crisis. El sonido de la trompeta en esta ocasión sería la señal para que todo el pueblo de Dios se juntara a él en su descenso del cielo.
Sobre la tierra ocurrirán dos grandes sucesos en rápida sucesión.
Primero, todos los verdaderos creyentes que han muerto en la fe resucitarán.
Segundo, todos los verdaderos creyentes que estén vivos en la tierra en ese momento, sufrirán un cambio instantáneo y sobrenatural en sus cuerpos.
Entonces ambas compañías de creyentes-los que resucitaron y los que fueron transformados en su cuerpo sin haber muerto-juntos serán arrebatados rápidamente, por el poder sobrenatural de Dios, en el aire. Allí serán recibidos en las nubes, y en esas nubes se reunirán con su Señor y unos con otros. De ahí en adelante el Señor y sus creyentes redimidos permanecerán unidos para siempre en inalterable armonía y confraternidad.
Hay un significado especial en dos de los términos griegos que se úsan en este pasaje. Donde dice “seremos arrebatados”, el verbo griego traducido “arrebatados” es arpazö. Este significa quitar con violencia o tomar con precipitación. En el Nuevo Testamento se usa cuatro veces para describir la forma en que la gente es arrebatada hasta el cielo.
Además se usa en Hechos 8:39, donde leemos que “el Espíritu del Señor arrebató a Felipe” de donde estaba con el eunuco etíope. Jesús lo usa en Juan 10:12 para describir el lobo “arrebatando” las ovejas. También lo usa en Mateo 13:19 para describir a los pájaros llevándose las semillas sembradas junto al camino. Se usa en Judas versículo 23 para describir el acto de sacar gente del fuego.
Tradicionalmente, los comentadores de la Biblia han traducido arpazö con el vocablo arrebatamiento como nombre y arrebatar como verbo.
Arrebatar se deriva de un verbo latino que significa precisamente lo mismo que arpazó: “quitar o tomar alguna cosas con violencia y fuerza.” En el resto de estos estudios, usaremos arrebatar en este sentido, equivalente de arpazó. El uso que hace Pablo del verbo arpazö es deliberado y tiene la intención de dar la impresión de un acto violento y rápido. En realidad, sugiere el acto particular de un ladrón. Con respecto a eso, concuerda con otras escrituras, que comparan este aspecto de la venida de Cristo con el de un ladrón:
“He aquí, yo vengo como ladrón.” (Apocalipsis 16:15)
“Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.” (Mateo 24:42-43)
Observemos la sugerencia de violencia en la frase “no dejaría minar su casa.”
Podemos decir, por lo tanto, que la venida de Cristo por su iglesia en este punto será como la de un ladrón en los siguientes aspectos. Será súbita, inesperada, sin advertencia; culminará en un solo acto violento de arrebatamiento. Además, lo que será arrebatado será el más valioso tesoro de la tierra: los verdaderos cristianos. Sin embargo, como ya hemos dicho, la venida de Cristo será diferente que la de un ladrón en un aspecto sumamente importante: Cristo se llevará únicamente lo que ya es suyo por derecho de redención.
Primera de Tesalonicenses 4:17 contiene otra muy importante palabra griega. Dice que nos encontraremos con el Señor “en el aire”. El vocablo griego usado aquí es aër.
Este es uno de los dos términos griegos normalmente traducidos “aire”. El otro es aithêr. La diferencia entre los dos es que aër denota el aire más bajo, la atmósfera que está en contacto con la superficie de la tierra; aithêr denota el aire más allá de la atmósfera, a considerable distancia de la superficie de la tierra.
Pablo se refiere otra vez a este mismo momento de la resurrección y arrebatamiento en primera Corintios:
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Cor. 15:51,52)
Pablo da a conocer “un misterio”; un secreto del plan de Dios para la iglesia que no ha sido revelado antes. El secreto descubierto es este: Todos los verdaderos creyentes juntos serán arrebatados a la venida del Señor, pero no todos habrán muerto y resucitado.
Aquellos que estén vivos cuando venga el Señor, no morirán, pero sus cuerpos sufrirán un cambio instantáneo y milagroso. En este cambio sus cuerpos quedarán exactamente como los de los otros creyentes que han sido resucitados de la muerte.
El siguiente versículo resume la naturaleza del cambio que tendrá lugar:
“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.” (1 Corintios 15:53)
En vez de ser mortal y corruptible, el nuevo cuerpo de cada creyente será inmortal e incorruptible.
¿Constituye esta descripción de Pablo un cuadro completo de la resurrección de todos los creyentes antes del establecimiento del reino de Cristo en el milenio?
La respuesta a esta pregunta parecería ser no. Porque parecería que al menos dos etapas más de la resurrección de los justos están anotadas en el libro de Apocalipsis.
(Próxima entrega: “Los testigos y los mártires.”)
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Los cinco propósitos de la segunda venida de Cristo
Brevemente, podemos mencionar los cinco propósitos principales por los que Cristo vendrá otra vez:
1- Cristo vendrá por la Iglesia. Vendrá como el Novio para recibir a todos los verdaderos creyentes como su novia. Ellos se unirán con Cristo, por resurrección o por cambio instantáneo de sus cuerpos todavía vivos. Jesús prometió a sus discípulos:
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Juan 14:3
2- Cristo vendrá para la salvación nacional de Israel. El remanente nacional de Israel, que ha sobrevivido los fuegos de la gran tribulación, reconocerá a Jesús como el Mesías y así se reconciliará con Dios y será restaurado a su favor y bendición. Esto se predice en la promesa de Dios a través de Isaías, citada por Pablo:
Y luego todo Israel será salvo, como está escrito:
Vendrá de Sion el Libertador,
Que apartará de Jacob la impiedad.
Y este será mi pacto con ellos,
Cuando yo quite sus pecados.
Romanos 11:26-27
3- Cristo volverá para destronar al Anticristo y al mismo Satanás:
y entonces se manifestará aquél inicuo (el Anticristo), a
quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destrui-
rá con el resplandor de su venida (parousia).
2 Tesalonicenses 2:8
4- Cristo vendrá para juzgar a las naciones gentiles. El mismo hizo esta predicción:
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los
santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de
gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y
apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las
ovejas de los cabritos.
Mateo 25:31-32
En los versículos que siguen, Jesús describe en detalle el procedimiento del juicio.
5- Cristo vendrá para el establecimiento de su reino milenial sobre la tierra. Esto está incluido en el pasaje en mateo 25 y predicho en Isaías:
Entonces la luna se abochornará, y el sol se avergonzará,
porque el Señor de los ejércitos reinará en el monte Sion
y en jerusalén, y delante de sus ancianos estará su gloria.
Isaías 24:23 (BLA)
También profetizado en Zacarías:
Y el Señor será rey sobre toda la tierra; aquel día el Señor
será uno, y uno Su nombre.
Zacarías 14:9 (BLA)
El tiempo en que Cristo reinará así aparece en Apocalipsis 20:4, donde se habla de los mártires del período de la tribulación:
Y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
(Milenio es una palabra que proviene del latín y significa “un período de mil años.”)
Así podemos resumir brevemente los cinco propósitos principales por los que Cristo vendrá:
1- Cristo vendrá por la Iglesia, para recibir para sí mismo a todos
los verdaderos cristianos.
2- Cristo vendrá para la salvación nacional de israel.
3- Cristo vendrá para derrocar al Anticristo y al mismo Satanás.
4- Cristo vendrá para juzgar a las naciones gentiles.
5- Cristo vendrá para establecer su reino milenial sobre la tierra.
Si bien hay un acuerdo general entre todos los creyentes en la Biblia respecto de estos propósitos principales de la segunda venida de Cristo, ha habido mucho debate y controversia en los detalles y la relación precisa de cada uno con todo el resto.
Algunas de los principales interrogantes que se han presentado son: ¿Todos estos propósitos para el regreso de Cristo se llevarán a cabo simultáneamente o habrá un tiempo intermedio entre unos y otros? Si es así, ¿en qué orden tendrán lugar? ¿Es posible que algunos coincidan con otros?
En este estudio evitaremos entrar innecesariamente en cuestiones controversiales, y nos circunscribiremos al aspecto particular del regreso de Cristo que está directamente relacionado con la resurrección de los justos.
(Próxima entrega: “La resurrección y el arrebatamiento de los verdaderos cristianos.”)