¿COMO RESPONDIÓ JESÚS A LA PRUEBA EN EL DESIERTO? Lc.4:1,2
Las tres caras de la tentación: (Continuación…)
3) LA TENTACIÓN DE TENER EN SUS MANOS LOS REINOS DE ESTE MUNDO.
Las dos primeras tentaciones de Satanás a Jesús resultan triviales ante la tercera.
En la primera El rechazó el hacer uso de su divino poder para hacer pan. En la segunda rehusó la idea de saltar al vacío en la confianza de que su Padre losalvaría de la mortal caída.
Lc.4:5-8. En la tercera tentación notamos el cambio en la estrategia diabólica. Ya no desafía la filiación divina de Jesús sino que de hecho le da una deslumbrante demostración de todo el poder satánico que puede desplegar ante el Hijo de Dios pidiéndole nada menos que se le rinda adoración, postrándose.
Como viejo en el arte de tentar, dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Creyó que la humanidad de Cristo predominaría ahora sobre su divinidad. Al ver todo el fantástico despliegue y recibir una demostración de todo el poder que tiene el diablo en sus manos sobre las grandezas y glorias de los reinos del mundo.
Sin duda que no existe montaña en el mundo desde la cual se puede dominar con la vista todo el panorama geográfico de la tierra. Sin duda la escena desplegada en los elevados escenarios del espacio a que tiene acceso el diablo, fue una formidable hazaña sobrenatural. Así pues, trasladado Jesús a los dominios espirituales del enemigo (Ef.2:2) experimentó una estupenda visión que trascendía el tiempo y el espació físico.
La oferta satánica no era algo fraguado sino real. Es verdad que los reinos del mundo están ahora en sus manos. Dios se los había entregado a Adán (Gn.1:26) Pero el diablo, con su habilidad y astucia se lo arrancó de las manos cuando lo alucinó con tomar del fruto prohibido para alcanzar a ser como Dios.
Adán y Eva habían desobedecido a Dios para obedecer las sugerencias del tentador, cayendo bajo su dominio junto con toda su heredad. Satanás estaba tan en lo cierto, que el mismo Jesús no le discute lo que le dice. A través de las Escrituras encontramos indicaciones de la soberanía del diablo sobre la tierra.
El apóstol Juan dice: “Sabemos que nosotros somos de Dios, mientras el resto del mundo es del maligno.” (I Jn.5:19).
Cuando Jesús fue a la cruz les decía a los incrédulos judíos: “Esta es la hora de ustedes que están bajo el poder de las tinieblas.” Lc.22:53.
Claro que Dios no ha dejado de lado su plan original de gobernar la tierra por intermedio del hombre obediente a El, y a su debido tiempo, los reinos de este mundo serán conquistados de nuevo para Dios por el segundo Adán, Cristo Jesús. (Is.9:6,7; Ap.11:15). Pero mientras tanto los alardes del diablo no dejan de tener su base. Es el príncipe de este mundo (Ef.2:2).
Satanás intuía que Jesús se proponía incitar a los hombres a zafarse del poder de sus garras hasta acabar por destronarlo de los corazones de los hombres. En efecto, San Pablo decía: “Para que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene presos, haciendo de ellos lo que el quiere.” (2 Ti. 2:26).
Y en Col. 1:3 dice: “Dios los libró del poder de las tinieblas y los puso en el reino de su Hijo muy amado.” Ef. 6:12 dice: “En el fondo, nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra los malignos espíritus – poderosos seres satánicos que gobiernan el mundo.” Hechos 26:18 dice: “Para que no sigan bajo el poder de Satanás sino que sigan a Dios.” 1P. 2:9,10 dice: “Dios llamó a salir de las tinieblas y pasar a la luz; antes no eran pueblo de Dios pero ahora sí lo son.” He. 2:14 establece que: “porque Jesús sólo como ser humano podía morir y destruir así al diablo que tenía el imperio del mundo y de la muerte; sólo así podía librar a los que vivían bajo su esclavitud.”
Para derrotar al diablo la estrategia de Jesús consistía en nada menos que edificar el Reino de los cielos precisamente dentro de los límites que domina Satanás: los pueblos de este mundo.
Por eso cerró filas de sus huestes en contra de Jesús. Astutamente pensó primero que si ganaba a Cristo para su causa todo estaría perfectamente asegurado. Si el Hijo de Dios lo adoraba y se le sometía a cambio del dominio de los reinos del mundo, el diablo habría matado dos pájaros en un solo tiro. Sin duda el plan era brillante y seductor, digno de una mente diabólica. Pero tropezó con una dificultad: No sabía de qué material está hecho Aquel que era “manso y humilde de corazón” . Jesús no tuvo ni siquiera que pensarlo dos veces, sino que directamente rechazó tanto la oferta como al mismo diablo al que le dijo: “FUERA DE AQUÍ”.
¡Que ocurrencia! Que el mismo HIJO DE DIOS pudiese concebir la idea de adorar al pobre diablo, un ser creado, rebelde, caído de la gloria y condenado a la ultima reprobación (Ap.2:10).
Jesús, una vez más, sacó a relucir la Palabra de Dios: “Escrito esta: sólo a Dios adorarás y a El sólo servirás.” Deut.6:13.
Notemos y consideremos el persistente uso que Jesús hizo de las Escrituras para derrotar toda tentación diabólica.
LA PALABRA DE DIOS tiene una fuerza sumamente más poderosa que la mera combinación de sonidos vocales con las que es pronunciada.
La Palabra de Dios es fuego que calienta, martillo que despedaza y agua que purifica, leche que nutre, carne que da vigor, luz que guía, espada para la lucha y espejo que revela . Es la Palabra de Dios que actúa en los creyentes: “Es poderosa para sobreedificarlos, es viva y eficaz …penetrante …discierne.”
El diablo mantiene su domino sobre la humanidad alimentando los apetitos de la gente no regenerada y los hombres se apegan a las cosas de este mundo, con toda su energía, con esfuerzo y hasta con desesperación: su atención está concentrada en las cosas temporales .
Jesús vino a revertir ese perverso ordenamiento y a mostrarle al hombre que en vez de envilecerse en lo material , que aspirara primero a lo espiritual como la verdadera fuente de todo, incluso lo material. (Mt.6:33; LC. 12:31).
Cristo Jesús se había sometido enteramente a la voluntad de su Padre en el río Jordán, en ocasión de su doble bautismo – el de inmersión en el agua y el de inmersión en el Espíritu Santo. De ahí que todo el afán del diablo para inducirlo a la esfera del poder y la gloria terrenales estaba condenado irremisiblemente al fracaso.
El Señor había dejado palacios de marfil para venir al mundo (Salmo 45:8) había morado en la Jerusalén celestial pavimentada de oro con paredes de jaspe y con vitrales de piedras preciosas (Ap.21:18-21). Pero su corazón no estaba, no está ni estará jamás en las cosas maravillosas que su poder puede crear. Su corazón está en los hombres porque la esencia de Dios es el Amor. (1Jn. 4:8-16; II Co.8:9).
Hemos sido creados a la imagen y semejanza de Cristo el Hijo de Dios. Gn.1:26; Sal.82:6; Jn.10:34,35; Ro.8:29. Y LA ESENCIA DE NUESTRA FELICIDAD tampoco está en las cosas, sino en el corazón de Dios, nuestro Padre, de ahí que los hombres fracasamos cuando invertimos el orden.
Como personas, como Iglesia, como familia amemos primero a Dios y aprendamos a amar lo que El ama. Dios no ama las cosas, ama a las personas, como hijos suyos que somos, no invirtamos las cosas.