Hizo además Jesús muchas otras señales
en presencia de sus discípulos,
las cuales no están escritas en este libro.
Pero éstas se han escrito para que creáis
que Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios, y para que creyendo,
tengáis vida en su nombre.
Juan 20:30-31.
¡Me encanta pasear por el mercado, entre los diferentes negocios! Precisamente cuando me encontraba allí, un hombre se detuvo frente a un estante que presentaba los cuatro evangelios de la Biblia, y exclamó: – ¡Los libros no son para mí! ¡Yo soy un hombre activo, al que le gusta lo práctico, lo concreto!
–Pues precisamente, amigo, en los evangelios hay más de un hombre activo. ¿Quién más que Jesucristo estuvo al servicio de la humanidad? Se levantaba muy temprano, antes del amanecer, oraba y pronto se ponía en marcha: sanaba a los enfermos, resucitaba a los muertos y satisfacía todas las necesidades. Y esto hasta la noche, cuando aún le llevaban “todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados” (Marcos 1:32- 33).
No tenía “dónde recostar su cabeza” (Mateo 8:20). Lo vemos al aire libre durante la hora más candente del día, en un lago en plena tempestad, alimentando a las multitudes o enseñándoles. Siempre seguía un objetivo preciso, a pesar del desprecio de la mayoría de la gente: había venido para salvarnos. Sabía que tendría que dar su vida para borrar nuestros pecados, y nada pudo detenerlo.
Si busca la verdad con rectitud, lea los evangelios, en los cuales encontrará a Jesús, el único cuyas palabras y acciones reflejaban exactamente los pensamientos perfectos. Entonces estará convencido de que se halla en la presencia del Hijo de Dios, el Salvador de los que creen en Él.
Fuente: Amén-Amén-Net
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