Continuación:
(3) La oración, obrando eficazmente, puede mucho en la conversión de otros.
Pocos son convertidos en este mundo aparte de las oraciones de alguien. Antes, que nadie había tenido que ver con mi conversión, porque no fui convertido en la iglesia, ni en la escuela dominical, ni mientras conversaba con alguien. Desperté a media noche y fui convertido. Hasta donde recuerdo, no pensaba ni ligeramente en la conversión o cosa semejante cuando me acosté y quedé dormido; pero desperté a medianoche y fui convertido en cinco minutos. Unos momentos antes estaba tan cerca de la perdición como era posible. Tenia un pie en la perdición y estaba haciendo todo lo posible para meter el otro. Digo que pensaba que ningún ser humano tenia que ver con ello, pero había olvidado las oraciones de mi madre y después supe que uno de mis condiscípulos del colegio me había escogido con el fin de orar por mi hasta que me salvara.
La oración prevalece con frecuencia hasta cuando todo lo demás fracasa. ¡Cuán inútiles fueron los esfuerzos y solicitudes de Mónica con su hijo; pero sus oraciones prevalecieron con Dios, y el joven disoluto llegó a ser San Agustín el hombre poderoso de Dios. Por medio de la oración los enemigos mas acérrimos del evangelio han venido a ser sus mas valientes defensores, los canallas más grandes se han convertido en hijos fieles de Dios, y las mujeres mas perdidas en las santas mas puras. ¡Oh! la potencia de la oración para alcanzar hasta donde la misma esperanza parece vana, levanta a hombres y mujeres para tener comunión y semejanza con Dios! Es verdaderamente maravilloso. ¡Cuan poco apreciamos esta arma!
(4) La oración trae a la iglesia bendición.
La historia de la iglesia es una narración de las grandes dificultades que hubo de vencerse. El diablo aborrece la iglesia y procura de todas maneras impedir que progrese; así por medio de doctrinas falsas, como por las divisiones y la depravación interior de la vida. Pero por medio de la oración, una solución de todo puede hallarse. La oración desarraigará la herejía, templará las controversias, borrará los celos y enemistades, arrasará las inmoralidades, dejando entrar las corrientes de la gracia vivificadora. La historia comprueba esto. En la hora de la mas profunda desesperación, cuando pareció que la iglesia iría a pique sin remedio, los creyentes, hombres y mujeres se han congregado, han orado a Dios y la contestación a venido.
Así fue en el tiempo de Juan Knox, así en el tiempo de Wesley y Whitefield, así en el tiempo de Edwuards y Brainerd, así en el tiempo de Finney, así fue tambien en 1857 cuando vino el gran avivamiento en Estados Unidos y en 1859 en Irlanda, y sucederá otra vez aún en nuestro tiempo. Satanás a puesto en orden sus fuerzas. La “Ciencia Cristiana” con su falso Cristo -una mujer- se enorgullece. Otros pretenden con gran ostentación emplear métodos apostólicos, pero a la vez que con estas pretensiones cubren el fraude mas rematado y la hipocresía mas rancia, hablan con confianza y audacia. Los cristianos igualmente leales a los grandes principios fundamentales del evangelio, se miran llenos con sospechas inspiradas por el diablo. El mundo, la carne y el diablo dominan en todo. Es un día obscuro, pero ahora “tiempo de hacer, oh Jehová; han disipado tu ley” (Salmo 119:126). Y va a obrar; solo espera la voz de oración.¿La oirá? ¿La oirá de ti? ¿La oirá de la iglesia? Yo creo que sí.
Escogido del libro Cómo Orar, por R. A. Torrey