Las diferentes voces que claman por la venida del Señor
“El Espíritu y la novia dicen: «¡Ven!»; y el que escuche diga: «¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (22:17).
La primera, en expresar su ardiente deseo es “la esposa”. Palabra siempre traducida como “novia”. La Iglesia no puede ser la Esposa de Cristo hasta que esté completa con el último pecador de esta edad agregado a Ella. El casamiento tomará lugar en 19:7.
Todo esto ha través del Espíritu, pues ambos están entrelazados y es el mismo Espíritu que intercede en los creyentes con gemidos indecibles (Ro. 8:26, 27).
“…y el que escuche diga: ¡Ven!” Cómo que el autor insta a los oyentes a que eleven este clamoroso ruego al mismo Señor Jesús. Este versículo contiene la última invitación en la Biblia; en realidad, son dos invitaciones en una. La primera parte está dirigida a Cristo, deseando que vuelva al mundo. La segunda parte está dirigida al mundo, deseando que vuelva a Cristo.
El otro aspecto de este mensaje es una invitación evangelística. “El que tenga sed, venga”. Siempre está presente todavía el día de salvación. Este ofrecimiento para la salvación se amplia con la siguiente frase:
“… y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida”. Una invitación similar la encontramos en Isaías 55:1. No hay merito humano alguno que pueda alcanzar la salvación como premio, por mas grande o noble que parezca. Dios ha dispuesto que la salvación sea totalmente gratuita (Ro. 6:23). Y está a disposición de todo aquél que desee obtenerla.
“A todo el que escuche las palabras del mensaje profético de este libro le advierto esto: Si alguno le añade algo, Dios le añadirá a él las plagas descritas en este libro. Y si alguno quita palabras de este libro de profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, descritos en este libro”. (22:18, 19).
El mismo Señor advierte “A todo el que escuche…”, es una clara advertencia, de que no debemos descuidar, el manejo cuidadoso de estas palabras reveladas por el ángel a Juan. Esto no quiere decir que ya Dios no puede seguir hablándonos. Lo que quiere decir, es que tanto el libro de Apocalipsis, como la Biblia están completos y no necesitamos de “supuestos soñadores y visionarios”, que quieran agregar nuevas profecías o libros a la Biblia.
Esta es la revelación escrita de Dios al hombre. Y es definitiva. (Vea Pr. 30:5,6; Dt. 4:2 y 12:32). Así, aunque la advertencia se aplica en primer lugar al libro de Apocalipsis, también es aplicable para cualquiera que quiera agregar o quitar alguna parte del texto sagrado.
Por cierto, es de destacar, que era la costumbre común de los escritores antiguos, de agregar una orden solemne a los escribas que debían corregir con mucho esmero las copias cuando esto era necesario, pero jamás debían hacer una interpolación o mutilación del original.
De todas maneras, es una advertencia muy seria pues dice que de no escucharla, Dios le quitara su parte de toda la fantástica herencia descripta en este libro. No parece referirse a la salvación. Ya que ningún discípulo regenerado y lleno del Espíritu Santo se atrevería a manipular la Palabra de Dios. Lo que no podemos asegurar de incrédulos eclesiásticos con motivaciones equivocadas.
La conclusión de esta magnífica revelación es rubricada por el mismo señor Jesucristo:
“El que da testimonio de estas cosas dice: Sí, vengo pronto” (v, 20a). Lo significativo es que esta es la tercera vez que hace esta promesa en el mismo capítulo (vv. 7, 12, 20) con la salvedad de que aquí agrega un rotundo “sí”, que en el griego significa “¡de seguro que sí!” como una afirmación que da mas fuerza y seguridad a la declaración de su inminente venida.
Como respuesta a tan sublime declaración, Juan representando aquí a la iglesia redimida responde: “¡Amén. Ven, Señor Jesús!” (v. 20b). Casi podemos imaginarnos esa novia radiante extendiendo sus brazos hacia su amado, que en algún momento se marchó hacia un largo viaje, pero con la promesa de regresar para celebrar con ella su boda. Tal vez las lágrimas corren por sus mejillas mientras espera ansiosa…. pero ella sabe “que las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos” … sabe de las heridas que su amado a recibido por amor a ella. Sabe que la ama con amor eterno. Sabe que El es el Fiel y Verdadero.
El cristiano dedicado al Señor, viviendo en medio de una sociedad secularizada y camino a una total apostasía, levanta sus ojos al cielo con la expectativa de que hoy sea el día del Señor. Esta rodeado de tinieblas que se manifiestan en una idolatría ciega y la adoración a pasiones y prácticas equivocadas. En su corazón el cristiano desea solo una sola cosa, la que es expresada con tres palabras , “Ven, Señor Jesús.” Esta frase equivale la versión aramea de 1 Corintios 16:22, “Maranatha”.
“La gracia del señor Jesús sea con el pueblo de Dios. Amén” (22.21).
Muy llamativo se nos presenta el hecho, de que un libro apocalíptico, termine con una bendición apostólica, pero el libro empezó como una epístola (1:4 y siguientes), por lo tanto, esta terminación es apropiada.
Seguramente, la bendición apostólica de Juan va dirigida a los lectores y oyentes contemporáneos de Apocalipsis. Pero sin duda también a la gran multitud de creyentes, de todas las generaciones, que por esa misma gracia, leyeron y estudiaron este libro para inspirar y animar a la iglesia militante. A ellos nos sumamos nosotros hoy. Ojalá lo hagamos con la misma pasión y expectativa que ellos.
Según los manuscritos, el “Amén” fue agregado por algún copista cuyo corazón ardía por la pronta venida de Cristo. Este debería ser también el anhelo del corazón de cada persona que ha recorrido las páginas de Apocalipsis. Su visión gloriosa de nuestras vidas reinando con Cristo, nos anima en medio de un mundo cada vez mas secularizado, pero en el cual nosotros brillamos, con el firme propósito de ser usados para que muchos vengan al conocimiento del Salvador.
Una buena manera de concluir este estudio, es con las palabras que en este capítulo le son atribuidas al mismo Señor Jesús. ¡Que fuerte y claro que nos hablan!
22:7 ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
22:12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
22:13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
22:16 Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
22:20 El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.