e)La huida a Egipto. Mt. 2:13-15. |
Desgraciadamente, en Israel, el único que tomó en serio el mensaje de los magos fue nada menos que Herodes y con la peor de las intenciones, por ello vemos que astutamente manda a llamar a los magos y se informa de les detalles del nacimiento, mintiendo que era “para ir también a Adorarlo” (Mt. 2:8). Podemos apreciar aquí cómo Satanás se oponía por todos les medios al nacimiento de Jesucristo. El sabía que este niño era el que venia a cumplir la promesa de que de la simiente de la mujer le aplastaría la cabeza. Herodes en este caso es la misma herramienta del diablo.
Al ser informados los magos por los sacerdotes y escribas que Belén era el lugar del nacimiento montaron sus camellos y se dirigieron, guiados por la estrella que reapareció delante de ellos hacia donde se encontraba el niño. Luego de adorar al niño y depositar los regalos a sus pies, emprendieron el regreso.
Pero nuevamente la mano del Padre amoroso cuidando a su hijo se deja ver. Mateo nos dice que “los magos fueren advertidos en sueños de no regresar donde Herodes, por lo que se volvieron a sus tierra por otro camino.” (2:12). Y sin duda que les comentarían este sueño a José y María quienes a su vez recibieron la confirmación también en sueños cuando José dormía (Mt.2:13) por lo que de inmediato vemos que emprenden el largo viaje hacia Egipto para salir del alcance del criminal Herodes.
Así que al amanecer inició el camino cruzando el valle de Ela, donde su antecesor David venciera a goliat.
Nos imaginamos con qué apresuramiento debieron hacerlo, los nervios, hasta saberse lejos de los soldados de Herodes. Los fuertes brazos de José llevarían por varios trechos al bebé, hasta llegar a Beerseba, donde estaban fuera de peligro.
Según Mt. 2:15 este hecho no escapó al atento ojo de Dios – también estaba profetizado según vemos en Oseas 11:1.
Es notable la gran actividad de ángeles en todos los acontecimientos. Pero especialmente del ángel Gabriel quien parece ser también al que dirige la huida a Egipto como si de una manera especial Dios le hubiese confiado el cuidado del niño. (Lc. 2:8-20).
Gabriel fue el príncipe angelical enviado desde el cielo para preparar los ángeles para la venida del Hijo de Dios (Lc. 1:19,26) y suponemos que es el mismo que apareció primero a los pastores y luego con las huestes celestiales (Lc. 2:9,13) que apareció a José (Mt. 1:24) y que como dijimos, dirigió la huida a Egipto. Notablemente él es quien da a Daniel la profecía de las 70 semanas (Dn. 9:12). Halley comentando de él nos dice: “¡Cómo se interesaba por la redención humana! Y como nos gozaremos al conocerle cuando lleguemos al cielo.”
Así como Dios contaba con tan maravillosos mensajeros, Satanás contaba con un truhán de colaborador aquí en la tierra. Ya dijimos quien era, Herodes el grande (37-3 AC), sólo agregaremos que obtuvo y retuvo el trono mediante una serie de crímenes brutales al punto que dio muerte a su esposa y dos hijos. Era sumamente cruel y despiadado. Fue el quien mató a los niños de Belén intentando matar Jesús.
Su hijo Herodes Antipas dio muerte unos 33 años después, a Juan el Bautista (Mr.6:14-29) y se burlo de Cristo (Lc.23:7-12).
Su nieto Herodes Agripa, 14 años mas tarde mato a Santiago el apóstol (Hch. 12:1,2). Su bisnieto Herodes Agripa II otros 16 años después, fue el rey ante quien fue juzgado Pablo (Hch . 25 :13-26 : 32).
Así notamos también que siempre las tinieblas estuvieron en gran actividad usando a hombres despiadados para entorpecer les planes de Dios .
En el libro de Apocalipsis 12:4 encontramos una referencia, que nos describe la escena de la huida a Egipto, relacionada con lo que acabamos de ver anteriormente de la desesperada acción de Satanás para impedir el ministerio de Jesús. Allí nos dice que el “el dragón se propuso comer a la criatura que tuvo la mujer y que era el destinado a gobernar a las naciones con cetro de hierro.” Aludiendo de esta manera a profecías tales como la de Is. 9:5 y el Sal. 2:9, pero termina diciendo “que ella huyó al desierto donde Dios le había preparado un lugar.” Así con esto se cumplía otra profecía mas, aquella que dice: “De Egipto llamé a mi hijo.” (Oseas 11:1).
Mientras tanto nos imaginamos cómo esperaba ansiosamente el cruel Herodes el regreso de los magos. Seguramente envió sus soldados a Belén y al enterarse de que se habían marchado estalló en una explosión de ira, y es allí donde su diabólica mente concibió el sanguinario plan: nada menos que acabar con todos los recién nacidos que hubiera en de Belén. Otra profecía se cumple, la de Jeremías 31:15 (Mt. 2:18) que se refiere a las lágrimas que una vez derramara Raquel ante su esposo Jacob cuando le dijo: “Dame un hijo o sino me muero” (Gn. 30:1) Ese clamor fue escuchado y dio a luz a José y luego a Benjamín. Ese amor apasionado por los niños se proyectó a los siglos posteriors y las nuevas Raqueles lloraron en Belén por sus inocentes hijos matados por los soldados de Herodes.
Nos imaginamos también el castigo que recibirá este hombre en la eternidad pues conociendo y creyendo en el nacimiento del Cristo fue tan necio para pensar que podía evitarlo. En la pequeña aldea de Belén no había muchos niños de dos años para abajo, posiblemente unos 20, lo cual era suficiente para la crueldad de Herodes.
La historia da cuenta de que éste no fue el ultime acto de sangre del maniático homicida, pues estando en agonía ordeno quemar en la hoguera a los estudiantes a escribas de Jerusalén y hasta hizo matar a su propio hijo Antípatro. Además, cuando se entero de que el pueblo se gozaba por su cercana muerte, ordenó que se ni hiciera una matanza general de todo aquel que mostrara el menor signo de alegría a su fallecimiento, lo que gracias a Dios, no se llevó a cabo.