CAPITULO V
EL CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Aquí empezamos a desarrollar otro tema sumamente importante, relacionado con la biblia. En primer lugar porque nos va a responder acerca de una duda generalizada y que causa mucha confusión. ¿Por qué las biblias católicas tienen otros libros que no tienen las protestantes? La verdad que el tema es largo así que trataremos de ordenarlo de la manera más sintética y clara posible. Por eso comenzamos con el AT y luego de dilucidado éste lo haremos con el NT.
La palabra “canon”, que significa literalmente “caña” o “vara de medir”, fue usada para denominar la lista de los libros reconocidos como la palabra “inspirada de Dios” para distinguirlos de entre todos los demás libros como la “regla de fe.”
Cómo ya vimos anteriormente a medida que Dios se fue revelando “progresivamente” a la humanidad, de manera paralela, El fue preparando la formación del libro que había de ser el medio de la revelación en si mismo.
Así tenemos por ejemplo, muy temprano en la historia, los diez mandamientos, grabados en piedra, Dt. 10:4,5.
-Las leyes de Moisés escritas en un libro, fueron guardadas al lado del arca. Dt. 31:24-26.
-También se hicieron copias de este libro. Dt. 17:18.
-Josué añadió al libro. Josué 24:26.
-Samuel escribió en un libro y lo guardó delante de Dios, I S. 10:25.
-Este libro era bien conocido 400 años después. II R. 22:8-20.
-Los profetas escribieron en libros. Jer. 36:32; Zac. 1:4; 7:7-12.
-Luego vemos también que Esdras leyó este libro de la ley públicamente. Esd. 7:6; Neh. 8:5.
De esta manera llegamos al tiempo de Jesús donde éste libro se le llama “LA ESCRITURA” y era leído públicamente y enseñado con regularidad en las sinagogas. De manera que era recibido entre el pueblo como Palabra de Dios. Y tengamos en cuenta que el mismo Jesús compartió este pensamiento y lo llamó repetidamente por ese nombre.
Es sumamente llamativo que el NT contiene unas 300 citas de estas “Escrituras” y también que no cita de ningún otro libro fuera de ellas, salvo únicamente las palabras de Enoc, que aparecen en la epístola de Judas.
Recordemos que muchas de estas citas se hacen de la versión Septuaginta del AT que estaba en uso general en la época de Jesús y aún cuando esta versión contenía los libros apócrifos, no aparece en el NT ninguna cita referente a los mismos. Esto es también una evidencia de que ni Jesús ni los apóstoles reconocieron a los libros apócrifos como parte de LAS ESCRITURAS.
Es muy importante para nosotros que estas escrituras se componían de 39 libros que son los mismos que figuran hoy en nuestro AT. La única diferencia era la manera en que estaban ordenados:
Se les llamaba LA LEY a los primeros cinco libros: GENESIS, EXODO, LEVITICO, NUMEROS Y DEUTERONOMIO.
LOS PROFETAS incluía: JOSUE, JUECES, SAMUEL, REYES, ISAIAS, JEREMIAS, EZEQUIEL Y LOS PROFETAS MENORES.
LOS ESCRITOS que se componían de: SALMOS, PROVERBIOS, JOB, CANTARES, RUTH, LAMENTACIONES, ECLESIASTES, ESTHER, DANIEL, ESDRAS, NEHEMIAS Y CRONICAS.
De esta manera ustedes notaran que hacen 24 libros, tal como los clasificaban los hebreos. ¿Y por qué 24 y no 39? Sencillamente porque combinando los dos libros de Samuel, dos de Reyes, dos de Crónicas y Esdras y Nehemias como uno, y los 12 profetas menores (que se escribían en un solo rollo) en uno, hacen 24 que son exactamente los mismo 39 del AT nuestro.
Ahora bien, hasta aquí seguramente nos bien dando vuelta en la mente la pregunta: ¿Quién fue el que determinó la canonicidad de estos libros como regla final? La verdad es que no hay una respuesta concreta acerca de como este grupo de libros se completó y fue puesto o considerado aparte como la palabra “reconocida” de Dios. La tradición judía le atribuye a Esdras esta recopilación y selección final de los libros.
Ahora notemos como hemos visto antes, que nosotros creemos que a medida que los libros iban siendo escritos, comenzando desde Moisés, ya fueron en su propia época reconocidos, como inspirados, por Dios mismo y guardados en el tabernáculo, o en el templo según se iban acumulando. Uno también se imagina que en el cautiverio babilónico, por ejemplo, muchos de estos escritos se perdieron.
Fue Esdras quien al regreso del cautiverio reunió los ejemplares dispersos y los devolvió como grupo completo a su lugar en el templo, de allí se harían copias de copias para las sinagogas de los distintos lugares donde estaban dispersados los judíos.
Tomamos un texto interesante del “Compendio Manual de la Biblia” de Henry H. Halley quien se refiere a un texto escrito por el gran historiador judío del primer siglo, quien dice lo siguiente:
“Tenemos solamente 22 libros que contienen la historia de todos los tiempos, los cuales se consideran divinos. De éstos, cinco pertenecen a Moisés y contienen sus leyes y las condiciones del origen de la humanidad hasta el tiempo de su muerte. Desde la muerte de Moisés hasta el reino de Artajerjes. Los profetas que sucedieron a Moisés escribieron la historia de los eventos que ocurrieron en sus propios tiempos en 13 libros. Los restantes 4 libros son de himnos a Dios y preceptos para la conducta de la vida humana. Desde los días de Artajerjes hasta nuestros propios tiempos, todo evento en verdad ha sido registrado; pero estos registros recientes no se han tenido por dignos de igual crédito que aquellos que los precedieron por cuanto no ha habido una exacta sucesión de profetas.
En esto hay demostración práctica del espíritu en el cual tratamos nuestras Escrituras; pues aún cuando ha ocurrido tan grande intervalo de tiempo, nadie se ha atrevido a añadir ni quitar ni cambiar una sola sílaba. Y es instintivo de todo judío, desde el día en que nace, considerar a estas escrituras como enseñanza de Dios, persistir en ellas y si fuere necesario, gustosamente dar sus vidas por ellas.” (Flavio Josefo).
Como pueden ver este testimonio es de suma importancia. Josefo nació en el 37 DC en Jerusalem, de la aristocracia sacerdotal.
Recibió una educación esmerada, tanto en la cultura judía como en la griega. Además fue gobernador de Galilea, y comandante militar en las guerras de Roma, y estuvo presente en la destrucción de Jesusalem. Fue llevado a Roma donde se dedico a actividades literarias. Así escribió cuatro libros: “Las guerras de los Judíos,” “Antigüedades de los Judíos”, “Contra Apión” (de donde tomamos esta cita) y su “Autobiografía.”
Estas palabras de Josefo son testimonio inexcusable de la creencia de la nación judía de la época de Jesús, acerca de cuales libros constituían las escrituras hebreas y de que aquella colección de libros se había completado y cristalizado desde hacia 400 años antes de sus días.
Claro que aquí surge otra cuestión: ¿Cómo dice Josefo que los libros son 22?, ¿No habíamos dicho que los judíos contaban 24?.
Lo que sucede es que a veces Rut se escribía en un rollo aparte y a veces en el de Jueces. Lamentaciones a veces ocupaba un rollo aparte y a veces se escribía con Jeremías. Por ello generalmente el número total de rollos se reducía a 22. Y ésto tenía un propósito intencionado, que era conformarlo al número de letras en el alfabeto hebreo.
También debemos tener presente que los traductores de Septuaginta re clasificaron los libros de acuerdo a su contenido, arreglo que han seguido los traductores latinos y modernos.
Por ello podemos notar que aunque los libros de nuestro AT son idénticos a los libros de las escrituras hebreas, no están clasificados en el mismo orden y no se los llamó Antiguo Testamento, hasta después de la terminación de las “Escrituras Cristianas”, para diferenciar entre ambos.