EL PODER DEL EVANGELIO LLEVA AL HOMBRE A LA FE.
1:7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Deseo de Pablo de visitar Roma
1:8 Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo.
1:9 Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones,
1:10 rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros. ROMANOS.
Pablo se dirige a los romanos con una clara consideración. Ellos habían aceptado el mensaje de salvación que se les había predicado y como consecuencia sus vidas habían sido transformadas.
Así que su carta tiene un fin específico. Recordarles lo que el mensaje del evangelio había hecho por ellos y con el claro propósito de animarlos. Que mejor entonces el recordarles cuanto Dios los amaba (Ro 1:7). Especialmente porque había derramado su amor sobre ellos cuando aún eran pecadores (5:8). ¿Cuál era la razón por la cual Dios los había salvado? Esto es precisamente lo que apóstol quiere recalcarles que no olviden. Pues les recuerda que la razón de su llamado al alcanzar la salvación es que habían sido “llamados a ser santos” (Ro 1:7). Es importante notar que la palabra traducida aquí como “santos” también suele traducirse como “sagrados”. Aquí podemos ver porque el evangelio “es poder de Dios”. Solo Él puede tomar una vasija de naturaleza pecadora y santificarla. Las personas que han creído en Cristo son apartados para ser “consagrados” y así servir a un Dios Santo. Esta obra divina en la esencia espiritual del creyente hace posible que viva de una forma que honre y agrade a Dios.
Cuando el poder del evangelio nos transforma recibimos a través de la fe la gracia y la paz de Dios en nuestro corazón. ¿Qué es la gracia? La gracia es el favor de Dios que nos “capacita” con su poder para vivir cristianamente. Todo en la vida cristiana es por fe. Cada paso es por fe. Pero cada paso al ser en fe es un paso de poder donde la gracia puede hacer lo que la naturaleza humana está impedida de lograr.
Así descubrimos que la paz que nos da Dios es mucho más que la ausencia de conflictos, es un estado de bienestar sobrenatural en todos los aspectos de la vida. Solo la gracia y la paz de Dios nos dan la fortaleza y la capacitación para enfrentarnos a todas las circunstancias de la vida por difíciles que sean (Fil. 4:6,7).
Claro que todo esto no es difícil de entender. El tema así planteado, especialmente si buscamos más del conocimiento de Dios, nos lleva a preguntarnos: ¿De qué maneras honra a Dios una vida santa y consagrada?
Lo primero que debemos reflexionar es que es lo significa llevar una vida santa. Llevar una vida santa no es ser perfectos. Tampoco lo es llevar una vida de “activismo religioso” llenándonos de compromisos interminables para agradar a Dios. El mejor ejemplo es el Señor mismo para nosotros en su caminar sobre la tierra. Quizás uno de los mejores ejercicios es leer los evangelios de corrido y observarle. Así veremos que una vida consagrada no la lleva el que nunca se equivoca, sino aquél que trata en cada acto de su vida y de una manera natural mirar al maestro y preguntarse qué haría el su situación. Un corazón enseñable. Humilde. Que atiende el consejo. Y que con amor ardiente procura obedecer la palabra de Dios.
La vida cristiana no debe ser una carga sino una delicia diaria. Como todo lo que se hace por amor. Disfrutar de esta nueva relación con Dios no llevará a mostrar nuestra fe en nuestra vida cotidiana. Implicará un cambió en relación a nuestras acciones y actitudes anteriores en el trabajo, con nuestra familia, amigos y todo el entorno que nos rodea. Claro que no todos estarán de acuerdo con nuestra fe en Cristo debemos procurar mostrarles el amor de Dios y vivir de una manera que no deshonremos el nombre de Cristo.
En este contexto Pablo también recalca la importancia que tiene para cada cristiano orar por otras personas. El oraba por los creyentes de la iglesia de Roma de una manera ferviente. Daba gracias en oración por ellos porque su fe era una expresión viviente del poder transformador del evangelio en sus vidas (v. 8).
Solo el amor puede sentir carga por los hermanos en la fe. Por ello Pablo no solo oró sino que les expresó su íntimo deseo de visitarles. Algunos podrían pensar que no les interesaba pues todavía no les había visitado (vv.9, 10).
El apóstol quería que ellos supieran lo importante que eran para él y que aunque todavía en los planes y tiempos de Dios no le había sido posible llegar, cuando eso fuera posible tendrían una comunión provechosa los unos con los otros. En su corazón solo lo movía el amor de bendecirles. A cada uno de nosotros se nos han dado dones ¿a quiénes estas bendiciendo con ellos? Nunca es tarde para comenzar a hacerlo. Hoy es tiempo de bendecir y edificar el cuerpo de Cristo. J.R.R