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HOMILÉTICA:Bosquejando el sermón (15).

octubre 2, 2010 by admin 10 Comments

CAPITULO 8

ELEMENTOS DEL SERMÓN

D) ANALIZANDO EL TEXTO ELEGIDO. (Conclusión).

Una vez que sabemos el “texto” que utilizaremos, trabajaremos sobre él analizándolo parte por parte. Por ejemplo: 2a.Timoteo 2:1-7, será nuestro texto de trabajo, (podemos leerlo en la versión que utilizamos diariamente y luego en otras versiones, que nos amplíen la interpretación de su contenido).

Análisis textual

Con un lápiz subrayamos todas las “palabras claves”. Y también las frases según creamos conveniente.

Es importante ser creativos, y estar abiertos a que el Espíritu Santo te revele conexiones entre las palabras de los distintos versos que te ayudarán a comprender mejor la enseñanza de todo el pasaje escogido.

Otra manera todavía mejor, en una hoja en blanco vamos escribiendo el pasaje, pero resaltando de diferentes maneras palabras y frases claves. Como verás abajo lo que me ha llamado la atención lo he resaltado en mayúsculas y en negrita. En el papel se puede ir uniendo con una línea o flecha las frases de diferentes versos que están relacionadas. Veámos entonces:

                                  TU, pues, hijo mío (TIMOTEO)

                                         Esfuérzate

                       en la gracia que es en Cristo Jesús

                  lo que has oído de mí…

                    Encarga a hombres fieles         idóneos Para enseñar

                                    Sufre penalidades

                                    como buen SOLDADO de Jesucristo.

                                           Se enreda en los negocios de la vida

Ninguno que milita                a fin de

                                           agradar a Aquél que lo tomó por soldado.

El que lucha como ATLETA         no es coronado

                                               si no lucha legítimamente

El LABRADOR                           para participar de los frutos

                                              debe trabajar primero

Considera lo que digo           y el Señor te dé entendimiento

                                            en todo.

Ahora, busque en el diccionario el significado de todas las palabras que no entiende haciendo una lista aparte.

Luego del análisis textual, en otra hoja, responde las siguientes preguntas:

                                                 

a) ¿Qué dice este pasaje? ¿Cuál es su enseñanza principal?

b) ¿cómo lo dice?……………………………………… aspecto literario.

c) ¿Para quién y cuándo lo dice?……………………aspecto histórico.

d) ¿Por qué lo dice?…………………………………..aspecto moral y espiritual.

 e) ¿Para qué lo dice?…………………………………..aplicación personal.

Debemos responder estas “preguntas” observando el análisis textual y explayarnos lo mejor posible sobre cada idea que se nos ocurra para responder a cada pregunta.

Luego, continuamos con otras dos preguntas:

 1- ¿Qué lecciones importantes aprendo en este pasaje?

Enumérelas con ayuda del punto “a”.

 2- ¿Cómo puedo aplicarlas a mi propia vida?

Ayúdese con el punto “c”.

Aquí podemos intentar poner el título al “sermón”. Se nos pueden ocurrir más de uno luego decidimos cuál. Por ejemplo podría ser:

a) Consejos de Pablo para todo cristiano.

b) Tres figuras del obrero cristiano.

c) Como conseguir la victoria en el servicio.

d) Prueba, según lo que has estudiado, escoger uno propio.

                                BOSQUEJANDO EL SERMON

(No olvidemos que la introducción debe contener algo llamativo).

 TITULO: (A escoger…)                                     TEXTO: 2Timoteo 2:1-7.         

 I) INTRODUCCION:

  – ¿Les agradaría escuchar esta noche, un bonito sermón acerca de cómo fracasar en la vida cristiana?… Seguramente que no.

  -A continuación veremos tres consejos que nos aseguran el éxito en cualquier empresa. Así es, estos consejos pueden convertirte de perdedor ¡en un poderoso ganador!

II ) DESARROLLO

A) Tres consejos en tres palabras.

      a) El amor filial de Pablo a Timoteo.

      b) Timoteo, un líder tímido.

            a- Esfuérzate

            b- Escucha

            c- Encarga

 B) Tres figuras del verdadero discípulo.

        a) La figura del soldado.

             1) Discípulo = disciplina = soldado.

             2) El buen soldado sufre penalidades.

             3) No se “enreda” en los negocios de la vida.

             4) Sólo busca agradar a Dios.

      b) La figura del atleta.

            1) El sacrificio y la preparación de un atleta romano.

            2) El discípulo como el atleta lucha por una corona incorruptible.

            3) Lucha con armas legítimas.

      c) La figura del labrador.

            1) Para participar de los frutos debe trabajar primero.

            2) La importancia de ser diligente en nuestro trabajo.

                 – secular

                 – en el reino de Dios

 III) CONCLUSIÓN

A la luz de estas figuras: ¿tengo la disciplina del soldado? ¿Estoy consagrado para el Señor? ¿O estoy enredado en negocios que me contaminan?

 ¿Estoy dispuesto a pagar el precio del sacrificio con la vista puesta en la corona de vida? ¿Cómo soy en mi trabajo: diligente o negligente?

 Aquí es importante notar que según el Espíritu Santo nos guíe, haremos el cierre, ya sea con una oración de arrepentimiento, con un desafío personal, o con un llamado a renovar la entrega para un mejor servicio etc.

 LO IMPORTANTE ES QUE PREDIQUEMOS SIEMPRE CON UN PROPÓSITO.

 Que al terminar, exijamos de los oyentes (con firmeza nacida de un amor sincero por sus almas) una respuesta al mensaje. Y si estamos en oración el Espíritu Santo nos guiará con fuertes impresiones para ministrar a las necesidades de la gente. Seamos sensibles a su voz interior.

Este bosquejo es sólo una guía. El predicador aprende a hacerlo con su propio estilo a medida que va avanzando en su servicio y adquiriendo conocimiento y experiencia.

Que Dios te bendiga, y recuerda, si vas predicar, siempre debes estar creando sermones; corrigiéndolos, trabajando sobre ellos. Y sobre todo, interesándote

personalmente en el tema. Esto, unido a un profundo amor por las personas. Nuestro Señor sirvió hasta estar dispuesto a dar su vida por nosotros. ¿Esperará menos de nuestro ministerio?

 Y no olvides:

                                 ¡PREDICA CON EL CORAZÓN!

 

                                     Pastor José Roberto Reina

                            www.estudiosbiblicoscristianos.net

                            Instituto Bíblico “PALABRA DE FE”

Relacionado: http://libroscristianosgratis.net/pulpito-cristiano/

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HOMILETICA: Ganando la atención del público (14).

septiembre 17, 2010 by admin 6 Comments

 

CAPÍTULO OCHO

ELEMENTOS DEL SERMON (Continuación…)

 C) GANANDO LA ATENCION DEL PÚBLICO.

Muchas veces nos habremos hecho esta pregunta ¿cómo conseguir la atención de nuestros oyentes y retenerla? Es sumamente importante ganar la atención de los oyentes, de otra manera no podremos causarles ninguna impresión.

 Por regla general el público tiende a distraerse y de esta manero no pueden recibir la verdad.

 Debemos procurar aprender a inspirar su ánimo de manera que se mantengan despiertos. No debemos conformarnos con hablar 30 minutos sin parar y dar por concluida nuestra tarea.

Hay muchos que se conforman con ver un auditorio lleno de cabezas sin importarles si están dormidos o despiertos.

 Nuestra oración y nuestro mejor esfuerzo al predicar debe ser el llegar al corazón de la gente con nuestro mensaje. Nunca debemos conformarnos sólo con dar dircursos. No, si antes no hemos logrado conmover los corazones hasta llevarlos a Dios .

Es muy importante para el predicador le atención de todos sus oyentes desde los mayores hasta los más jóvenes.

 A veces nos quejamos de que los niños molestan en el culto – si no hay un programa para ellos – ¿no debemos esforzamos para que nuestra predicación atraiga aún a los niños?

Esto es muy importante. A veces es importante mirar fijamente a las personascuando hablamos; nadie a quien se lo observa directamente se mantendrá indiferente mucho tiempo.

 A veces lo que no contribuye a la atención son las malas costumbres de los oyentes. Por ejemplo, el hábito nada disimulado de voltear la cabeza para ver quien está entrando.

También algunos que llegan tarde y hacen tanto ruido con sus zapatos y el chirrido de sillas al moverse, que hasta el último asistente se entera de su llegada. Todo ésto ha de corregir el predicador, enseñando nuevos comportamientos. Que claro está tienen que ver con la educación y las buenas costumbres.

Los motivos de la falta de atención pueden ser muy variados pero a continua- ción enumeramos algunos consejos atinentes al predicador, y a la presentación de su mensaje, con el fin de evitar que el auditorio pierda el hilo del sermón.

 1- Asegurarnos de que lo que estamos diciendo es digno de oírse y vale la pena dedicar tiempo a escuchar.

Ustedes saben, todos los seres humanos por instinto nos agrada escuchar algo interesante, y en contrapartida desinteresarnos de palabras vacías de contenido. Dice un predicador: “Dadles algo notable, algo que valiera la pena de que un hombre se levantara a medianoche para oírlo  y que anduviera 100 kilómetros con ese objetivo.”

 2- Asegurarnos también gue nuestro pensamientos estén bien ordenados.

Un montón de buenas ideas entremezcladas sin orden y propósito no harán más que frustrarnos a nosotros y empachar los oídos de la gente.

 3- No olvidemos hablar con sencillez.

Esto ya lo hemos comentado. Según el nivel de los oyentes debemos aprender a subir o bajar el lenguaje y el estilo del sermón. Debe ser bendecido el anciano, el joven y el niño.

4- Para ganar la atención de los oyentes debemos predicar de un modo agradable.

 Y ésto tiene que ver con la variedad de su estilo de que echará mano el predicador.

 5- Y algo sumamente importante: no hagamos tan larga la introducción del sermón que sea mas extensa que el mensaje mismo.

La introducción debe ser breve, y tener algo de interés especial que despertará la expectativa de los asistentes por oír el sermón. Puede ser a través de preguntas, o temas relacionados con hechos recientes de orden público, etc.

Esto es así, porque la introducción es el gancho que captará el interés, despertando la curiosidad del oyente, para así con expectativa no querrá perder nada del desarrollo del sermón. Así que debe contener alguna idea creativa y que despierte o desafié al oyente.

Es sumamente importante cuidarnos de repetir la misma idea muchas veces. Debemos procurar decir algo nuevo en cada frase. Como alguien dijo: “No podemos estar martillando siempre en el mismo clavo” cuando tenemos una Biblia con inmensurables tesoros en sus páginas.

 Por otra parte, la mejor manera de ganar la atención de la congregación es cuidarnos de mensajes demasiados largos.

 Bien se dice que lo bueno y breve, doblemente bueno.

Un sermón de 30 minutos es más que suficiente si tenemos claro el propósito que queremos lograr; a lo máximo 40 minutos en ocasiones. Es mejor dejar a la gente con apetito que con un empacho de palabras que no quieran oír.

 Otra cosa muy distinta es cuando sentimos que la unción del Espíritu nos está dirigiendo porque aunque hablemos dos horas, la gente estará sumamente atenta.

 Debemos saber discernir – las técnicas humanas no pueden ayudar a un predicador vacío.

 Pero cuando el agua de vida fluye por el hombre, el pueblo recibe con deleite – es más, no quisieran que termine nunca la fiesta en su corazón.

 La mejor manera de abreviar nuestro sermón, es estudiarlo mejor y profundamente.

 Spurgeon dice: “Predicamos siempre más tiempo cuando tenemos menos que decir. Un predicador que tiene su sermón bien preparado, rara vez pasará de los 40 minutos; si tiene menos que decir, continuará por otros 10 minutos; y cuando no tiene nada preparado, necesitará por lo menos una hora.”

 No olvidemos tampoco que sólo por medio del Espíritu Santo se puede conseguir la atención del público. Además, para interesar a otros, debemos primero estarlo nosotros. Si es así, usaremos nuestras mejores facultades para presentar el mensaje.

 No es extraño muchas veces, que la gente no atienda, si el predicador no se muestra interesado por su propio tema. ¿Cómo inspirar a otros cuando tu mismo no estás entusiasmado?

Romaine decía que era conveniente conocer el arte de predicar, pero que era una cosa infinitamente mejor, SABER PREDICAR CON EL CORAZON.

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Homilética: La voz del predicador – su importancia – (13).

septiembre 1, 2010 by admin 11 Comments

CAPÍTULO OCHO

ELEMENTOS DEL SERMON (Continuación…)

B) SOBRE LA IMPORTANCIA DE LA VOZ.

Lo primero que debemos tener en cuenta es no pensar demasiado en ella cuando hablamos. Podemos tener la más hermosa y dulce voz, pero no

nos servirá de nada si no tenemos nada útil que decir.

“Un hombre dotado de la más excelente voz, y a quien le falten conocimientos y un corazón ardiente, será “una voz clamando en el desierto” o como dice Plutarco: “voz y nada más”. Semejante hombre bien podría lucirse en el coro pero en el púlpito será inútil.”

Esto no quita que pensemos correctamente en nuestra voz. Del modo que aprendamos a dominarla, también dependerá la excelencia de nuestro servicio.

Por ejemplo, es muy importante aprender a dar el tono adecuado al sermón, según el tópico que estemos tratando. APRENDER A MODULAR LA VOZ Y hacer cambios de volúmen, según lo requiera el sentido de la frase, dará vida a la charla y mantendrá la atención de los oyentes.

Especialmente podremos evitar una predicación monótona y aburrida – cuyo efecto puede ser mortífero para la congregación – si somos diligentes en mejorar nuestra vocalización. Queda por demás irreverente un predicador que no sabe pronunciar adecuadamente las palabras de su propio idioma.

Es nuestra obligación servir en la predicación del evangelio con lo mejor de nuestra voz. Tal como lo hiciera el profeta Ezequiel de quien el Señor dijo: ” Tú eres a ellos como cantor de amores, gracioso de voz y que canta bien.” (33:32). Así aunque el pueblo de Israel continuó con un corazón endurecido, Ezequiel se sintió inspirado para anunciar la Palabra de Dios empleando el mejor estilo de su voz y de sus modales.

Debemos también aprender a corregir toda forma de hablar mal aprendida, como también palabras que suenan desagradables a los oídos. Juan Wesley dijo: “Tened cuidado de no retener nada torpe ni afectado, ni en vuestros gestos ni en vuestro lenguaje, ni en vuestra pronunciación.”

Hay algunos que suelen lanzar gritos discordantes tan agudos que se parecen al ruido de goznes aherrumbrados, o a un gato que le han pisado la cola.

Otros usan tonos tan graves en su voz, que parecen más bien lúgubres mensajes venidos del más allá. Se pueden imaginar el efecto que estos tonos sepulcrales pueden causar en las personas enfermas o temerosas que han llegado a la iglesia buscando consuelo.

En resumen entonces, CUIDEMOS NUESTRA PRONUNCIACION, APRENDAMOS A VOCALIZAR BIEN, SEPAMOS CUANDO LEVANTAR O BAJAR EL VOLUMEN DE LA VOZ. No hablemos demasiado detenidamente pero tampoco tan aceleradamente como la carrera de un caballo desbocado. Ambas cosas echan a perder el sermón. El predicador debe armonizar sus pensamientos y su imaginación en relación con su lengua.

Es muy triste escuchar desde el púlpito, exposiciones que no son más que un tropel de palabras sin orden ni propósito.

 

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HOMILETICA: ¿De qué voy a predicar?…(12)

agosto 19, 2010 by admin 18 Comments

CAPÍTULO OCHO

ELEMENTOS DEL SERMON

 A) ENCONTRANDONOS CON EL TEMA.

 Seguramente éste es el mayor problema: “¿De qué predicaré este domingo?” Pero recordemos lo dicho anteriormente. “El mejor estudio comienza con la oración.”  Martin Lutero afirmó: “Haber orado bien es haber estudiado bien.” Esto debemos repetirlo con frecuencia y no olvidarlo. Dios contestará nuestra oración y nos dará el pasaje. Otras veces nos dirá que no al pasaje que nos había entusiasmado.

                                                  

De todas maneras una vez escogido el pasaje descansemos en la verdad de que la misma Palabra de Dios “es mas penetrante que una espada de dos filos” y ella misma hará la obra en los corazones.

Una vez claro el punto de partida haremos los siguiente:

 1) Debemos poner todo nuestro empeño a  través de los medios que poseemos para concentrarnos en nuestro tema.

 2) Al escoger nuestros temas debemos hacerlo pensando EN LA NECESIDAD de nuestros oyentes. No por su condición social o económica. Si hacemos diferencia de personas pecamos contra Dios quien ama a todos por igual.

Así que deben ser temas que todos puedan entender. Lo simple no quita lo profundo.

Temas que puedan consolarlos de sus muchas tristezas. Palabras que les animen a confiar en un Dios amoroso. Así que repetimos: debemos pensar en lo que nuestros oyentes realmente necesitan para su edificación espiritual; allí estará nuestro tema.

 3- También es útil considerar que pecados se encuentran afectando a la iglesia. Deberemos exhortar con una fuerte autoridad; pero siempre con amor.

 4) Nuestra predicación debe contener “todo el mensaje de Dios.”

La iglesia debe recibir une dieta completa. Cada predicación debe estar rela- cionada en algún modo a la anterior.

 Sin embargo, no es bueno insistir siempre en la misma doctriná descuidando la variedad del todo, cada parte de la doctrina del Señor es provechosa y cuando una parte falta debilita a los creyentes.

Así que debemos dar a cada parte de la Biblia su propio lugar en nuestro corazón y en nuestra inteligencia. Nuestros sermones deberán nutrirse de toda la verdad inspirada, las doctrinas, los mandamientos, la historia, los símbolos, salmos, proverbios, las promesas, los juicios y las exhortaciones.

 Muchas veces aún habiendo perseverado hasta el último momento en oración la inspiración parece no llegar. No debemos olvidarnos entonces, que nuestro servicio “no es con ejército ni con espada, sino con el Espíritu de Jehová. Si confiamos en El no nos desampará, no puede hacerlo porque El es fiel.

 

5) El predicador debe estar siempre ocupado elaborando sermones, anotando ideas y guardando el material adecuado. Nadie que que desea predicar puede darse el lujo de esperar a último momento para preparar el alimento para su grey.

 Atendamos otra vez algunos consejos  del “príncipe de los predicadores”:

“…Como precaución, permitidme que haga la observación de que debemos estar siempre preparándonos para encontrar textos y para hacernos sermones. Debemos conservar siempre la actividad santa de nuestro entendimiento. ¡Ay del ministro que se atreva a malgastar una hora!…

 La hoja de vuestro ministerio pronto caerá, a no ser que, como el hombre bendito de que se habla en el primer Salmo, meditéis en la ley de Dios de día y de noche.

Vuestras preparaciones para el púlpito son de la mayor importancia, y si las descuidáis no honraréis ni a vosotros mismos ni a vuestra vocación.

Las abejas están haciendo miel desde la mañana hasta la noche y a semejanza de ellas nosotros debemos ocupamos siempre en juntar víveres espirituales para nuestra congregación …

Vosotros los que os alistáis para predicar, debéis encontraros siempre ocupados en la preparación de los mensajes …

Conservad abiertos los ojos y los oídos y veréis y oiréis ángeles. El mundo está lleno de sermones: atrapadlos al vuelo.“

 Como vemos entonces, es muy importante mantenernos en una actitud atenta; pues, todo lo que nos rodea puede contener el tema que necesitamos y ante el cual, Dios llamará la atención de nuestra alma.

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Homilética: El predicador y su oración privada (11).

agosto 4, 2010 by admin 13 Comments

 

(Continuación…)

“Cuando voy a orar – confesó un eminente cristiano – encuentro que mi corazón está indispuesto para ir a Dios y cuando está con El continúa indispuesto a quedarse con El. Es justo en este momento cuando la auto disciplina debe ser ejercitada. Cuando te sientes indispuesto a “orar” NO CEDAS A ELLO sino procura e intenta orar, aunque pienses que no puedes orar.”

Como cualquier otro arte, la oración necesita dedicarle tiempo. Por el tiempo que le dedicamos se expresa el concepto que de su importancia hemos comprendido.

 Escuchen la respuesta de Martín Lutero a una pregunta acerca de sus planes para el trabajo del próximo día: “Trabajar, trabajar, trabajar, desde la mañana hasta la noche. Tengo tanto trabajo que pasaré las tres primeras horas en oración.”

 No hay otra manera para aprender a orar que orando. No hay curso o método alguno que pueda hacerte un hombre de oración. Sólo tú puedes decidirlo en tu corazón. Dios no te obligará a doblar las rodillas.

 Hoy puedes decidir comenzar a probar el camino de la oración. Cualquier problema o duda que se te presente se resolverá ante un hecho indiscutible: la oración es contestada y uno puede gozar de la comunión con Dios.

 Qué mejor para inspirar nuestra vida que detenernos en la misma persona de nuestro Señor. Su ejemplo nos ilustra que El vivía pendiente de la oración, al punto que fue la oración la que lo animó a hacer y soportar la costosa voluntad de su Padre.

 D. M. McIntyre escribió: “En Lucas 5:16 tenemos una declaración general que arroja una vívida luz sobre la práctica diaria del Señor – “Mas El se apartaba a lugares desiertos y oraba.” En esta ocasión el evangelista nos habla no de una sola vez sino de muchas veces. Era un hábito en nuestro Señor buscar un lugar retirado para orar.” Jesús pasó noches enteras en la oración, (Lc.6:12).

La Biblia nos narra que se levantaba antes del amanecer para tener comunión con el Padre. Sus más profundas crisis estaban precedidas por períodos especiales de oración. (Lc.5:16).

 Todas las declaraciones de los evangelistas dejan establecido que era un hábito regular par El, el apartarse a lugares desiertos a orar. Esta misma idea de la necesidad de pasar tiempo en retiros de oración se las enseñó a sus discípulos y debieran hacernos detener a nosotros hoy. (Mr.6:46; Lc.9:28).

 Dice un escritor: “Toda oración verdadera agota la vitalidad del hombre. La verdadera intercesión es un sacrificio, un sacrificio de sangre.” Jesús realizó todas sus obras dando muestras de una energía sorprendente.

Pero en cuanto a sus oraciones la escritura dice: “… ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas.” (He.5:7).

Pablo mismo nos enseña el secreto para vivir una vida de oración cuando afirma: “… el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Ro.8:26b,28).

Nunca te rindas al malestar, a la inercia o a no encontrarte cómodo en la presencia de Dios. ¡Lucha! Pero no con tus armas. Dile al Espíritu que vive en ti: “¡ayúdame en mi debilidad! ¡Intercede por mí!” Y qué maravilloso será ver que el mismo Espíritu Santo se unirá con nosotros y derramará sus súplicas dentro de las nuestras.

 En este asunto de la oración hay un sólo maestro: el Espíritu Santo. Su ayuda en la oración es su oficio mas frecuente en el cual lo mencionan las Escrituras.

 San Pablo recalca que la oración verdaderamente efectiva es la que se hace “en el Espíritu”. Esta oración produce milagros. Hace temblar al infierno y produce gozo en el cielo.

 El hombre al que Dios le ha confiado una responsabilidad en su reino debe saber que el Espíritu Santo se complace en ayudarlo en su debilidad física y moral en cuanto a la oración.

El que ora se encuentra con muchos obstáculos, por ejemplo muchas veces no podremos orar a causa de un gran sentimiento de culpa en nuestro corazón debido a nuestra maldad, entonces sólo el Espíritu Santo podrá aplicar con eficacia el poder de la sangre de Cristo y libertarnos.

 También muchas veces nos impedirá orar la limitación de nuestra mente – nos sentiremos como entorpecidos en su presencia. Allí solo el Espíritu Santo que conoce la mente y el corazón de Dios le revelará al hombre cómo orar adecuadamente. Sólo El podrá darle convicción acerca de la voluntad de Dios.

 La misma flaqueza de nuestro cuerpo se opondrá a que oremos. Ya hemos citado a Pablo en Gal.5:17.

 Pero aquí nos referimos más específicamente al cuerpo humano. Mayormente los que viven en climas tropicales se sentirán decaídos y faltos de concentración para orar. Como dice Pablo el Espíritu vivificará nuestro cuerpo mortal para sobreponernos a las adversidades físicas y también a las condíciones climatológicas.

 Y por sobre todo el predicador que ora, debe enfrentarse a la sutil y persistente oposición de Satanás que buscará por todos los medios crear duda, sensaciones de derrota, estados de opresión y también profundos pozos de depresión.

 Ante un enemigo espiritual tan poderoso, el hombre que ora cuenta con la fiel presencia sobrenatural del Espíritu Santo, el paracleto (ayudador) que Jesús prometió cuando dijo: “No os dejaré huérfanos; el consolador (parakleto) vendrá a vosotros.”

 El Espíritu Santo es mucho más que un ángel – es la misma presencia de Dios – es El mismo como persona viviendo en ti, y ¿sabes algo? El diablo le tiene temor al brazo del Espíritu Santo, porque El levantó a Cristo de entre los muertos!.

 Aún si estuvieras muerto … el Espíritu Santo te levantará para orar. Nunca dejes de orar. Ora siempre, en las buenas y en las malas circunstancias. Aún cuando te sientas derrotado clama al Espíritu que te ayude allí donde estés. Entonces, el Espíritu se manifestará en tu corazón, te pondrá de pie y convertirá tu debilidad en fortaleza.

 Salmo 34:17: “CLAMAN LOS JUSTOS, Y JEHOVA OYE, Y LOS LIBRA DE TODAS SUS ANGUSTIAS.”

 No nos olvidemos entonces:

“Nosotros podemos cultivar la técnica de orar y entender su filosofía; podemos tener confianza ilimitada en la veracidad y validez de las promesas concernientes a la oración. Podemos defenderla tenazmente pero si nosotros ignoramos el papel que juega el Espíritu Santo, habremos dejado de usar la llave maestra. La enseñanza progresiva es necesaria para el arte de orar, y el Espíritu Santo es el Maestro de los Maestros.” (Sanders).

 Y hay otros muchos aspectos de la oración que no podremos tratar aquí; terminaremos entonces con estas palabras de Spurgeon:

 “La gloriosa bendición que la oración privada atrae sobre el ministerio es algo indescriptible e inimitable que mejor se entiende que se explica; es un rocío que viene del Señor, una presencia divina que reconoceréis en el acto cuando os digo que es “una unción del Santísimo.” ¿Y esto qué es? No sé cuanto tiempo tendríamos que devanarnos los sesos antes de expresar por medio de palabras con la conveniente claridad, lo que significa con la frase de “predicar con unción”; CON TODO; el que predica conoce la presencia de ella; y él que oye advierte pronto su ausencia …

 Si la unción que usamos no nos viene del Señor de los ejércitos, somos impostores, y puesto que sólo por medio de la oración podemos obtenerla, persistamos sin cesar en súplicas fervientes. Que vuestro vellón permanezca en la era de la oración hasta que sea mojado con el rocío de los cielos.

No vayáis a ministrar en el templo hasta que os hayáis purificado en el lavacro. No penséis en llevar un mensaje de gracia a los demás antes de haber visto al Dios de la gracia vosotros mismos, y de haber recibido la palabra de sus labios.”

 Esto nos lleva a nuestro próximo tema: ¿Cómo y en dónde nace el tema que el predicador expondrá? EL SERMON DEBE NACER EN LA PRESENCIADE DIOS. Por eso el predicador debe amar la oración – sólo a los pies de Jesucristo el Espíritu Santo nos habla. Es recién a partir de ese momento que podemos empezar a trabajar en la elaboración del sermón.

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HOMILETICA: El predicador y su oración privada (10).

julio 20, 2010 by admin 13 Comments

 

 

CAPÍTULO SIETE

 D) SU ORACIÓN PRIVADA

 En cuanto a este tema, necesitaríamos tratarlo aparte, procuraremos apuntar – por lo menos – el aspecto esencial que tiene la oración en la vida de un predicador. La oración del predicador es la señal de su profundo amor hacia aquellos que ministra con su palabra.

 “El descanso para el ministro debe ser como la máquina de afilar para la hoz: que se usa solamente cuando es necesario para el trabajo. ¿Puede un médico durante una epidemia descansar más de lo indispensable para su salud mientras los pacientes están esperando su ayuda en casos de vida o muerte? ¿Puede el cristiano contemplar a los pecadores en las agonías de la muerte y decir: “Dios no me pide que me afane por salvarlos?”  ¿Es ésta la voz de la compasión ministerial y cristiana o más bien hablan la impureza sensual o la crueldad diabólica?”

Richard Baxter

 Esto es así porque nadie que ha gustado el amor y el perdón del Salvador puede quedarse indiferente ante la angustia de los pecadores que caminan hacia la puerta del infierno. Dios necesita hombres con corazones ardientes, hombres dispuestos a colaborar en sus planes.

 La Biblia afirma esta verdad de parte de Dios cuando expresa: “Los ojos de Jehová contemplan toda la tierra para corroborar a los que tienen corazón perfecto para con él.”

 Hoy más que nunca la iglesia debe recuperar esta verdad fundamental. Cuando  la institución humana procura mejorar sus programas, modernizar sus maquinarias y crear nuevos métodos, Dios sigue buscando un hombre de corazón perfecto para con El. Ninguna organización puede suplir al hombre ungido por el Espíritu de Dios.

 “El Espíritu Santo no pasa a través de métodos sino de hombres. No desciende sobre la maquinaria sino sobre los hombres. No unge a los planes sino a los hombres: los hombres de oración.”

 Tal debe ser el carácter y la conducta que irradiará un predicador que ama la oración. E.M. Bounds en su libro “La Oración, Fuente de Poder” nos expresa lo siguiente:

 “El buen nombre y el éxito del evangelio están confiados al predicador, pues, o entrega el verdadero mensaje divino, o lo echa a perder. El es el conducto de oro para el aceite divino. El tubo no sólo debe ser de oro, además tiene que estar limpio para que nada obstruya el libre paso del aceite, y sin agujeros para que nada se pierda.

El hombre hace al predicador, Dios tiene que hacer al hombre. El mensajero, si se permite la expresión, es más que el mensaje.

El predicador es más que el sermón. Como la leche del seno de la madre no es sino la vida de la madre, así todo lo que el predicador dice está saturado por lo que él es. El tesoro está en vasos de barro y el sabor de la vasija impregna el contenido y puede hacerlo desmerecer.

El hombre – el hombre entero – está detrás del sermón. Se necesitan veinte años para hacer un sermón porque se requieren veinte años para hacer un hombre. El verdadero sermón tiene vida – nace juntamente con el hombre. El sermón es poderoso cuando el hombre es poderoso. El sermón es santo si el hombre es santo. El sermón estará lleno de unción divina siempre que el hombre esté lleno de la unción divina.”

 Vemos entonces, con claridad, que el camino de la predicación no es para cristianos con convicciones simplistas, y una experiencia superficial en la oración. Esta clase de “pretendientes al púlpito” son como nos dice Pedro en su segunda epístola:

“fuentes sin agua, y nubes empujadas por las tormentas…” (2:17a).

 Suficiente es el hambre espiritual, de afecto y amor que las ovejas sufren en el mundo para que sobre eso vengan a  la iglesia y se les alimente con “sobras espirituales”, “comida guardada” por años y en proceso de descomposición, que mas que alimentar a los hambrientos los intoxican, los enferman. Tengamos temor de Dios antes de subir a un púlpito. Si nosotros no estamos bien alimentados, ¿cómo alimentar al pueblo?

 Nada justifica a un predicador que no se prepara en oración y en estudio de la palabra. Ojalá que en la eternidad ninguno de nosotros tengamos que rendir cuentas por almas, que murieron en nuestras congregaciones por falta de un sólido alimento espiritual. ¿No te estremece al pensar en esto?

 Hoy en día pululan en nuestras congregaciones muchos “picos de oro” – personas de palabra fácil.

Yo no estoy de acuerdo que cualquiera predique. A veces no se toma conciencia de lo que es un púlpito. Muchos creen que es como un arco de fútbol – cada vez que les hacen un gol, otro jugador pasa de arquero y el desastre es cada vez peor. Porque entonces es la iglesia la que pierde por goleada.

 Si no hay alguien capacitado es mejor que nadie hable. Se puede leer la Biblia, orar y cantar. No se trata de que agarre la pelota el primero que llegue. Un hermano sencillo pero con sentido común puede hablar si es necesario. Pero lo hacen con una conducta y una trayectoria que los respalda. Mis hermanos, cuidemos la calidad y el contenido de nuestra enseñanza.

 Sobretodo estemos alerta para evitar que se nos suban a los púlpitos ciertas cotorras de saco y corbata, muy en moda en estos días que hablan de todo y no dicen nada.

Es para mí tan importante este tema que quiero citar otras palabras de este gran hombre de Dios:

 “La predicación más enérgica y más dura del ministro ha de ser para sí mismo … Dios demanda no grandes talentos, ni grandes conocimientos, ni grandes predicadores, SINO HOMBRES GRANDES EN SANTIDAD, EN FE, EN AMOR, EN FIDELIDAD, GRANDES PARA CON DIOS … Estos son los que pueden modelar una generación que sirva a Dios.”

 Cuánto pierde la iglesia y cada uno de nosotros por no orar con más fervor, con más entrega! … Cuánta superficialidad notamos muchas veces en las oraciones de la iglesia. Parecen ser solamente un número del programa.

 Y cuán pocos se dan cuenta que el “no orar”, es un grave pecado. ¿Por qué? Es decirle a Dios: no te necesito, yo sólo me basto. Creo que hoy, cada uno de nosotros debemos pedirle perdón al Señor por el pecado de nuestra falta de oración.

No me cabe la menor duda que aún si nos faltaran otros dones pero somos fieles intercesores delante de Dios, eso sería más que suficiente para que Dios pueda usarnos para su gloria.

 Día a día quienes sirven al Señor se sienten abrumados por cargas y tentaciones tan difíciles y complicadas que solo una auto disciplina seria, aplicada a la oración, les mantendria en pie, vigorosos y bien parados, en medio del fragor de la batalla.

 Muchas veces el activismo es nuestro peor enemigo – corremos de aquí para allá sin detenernos. Hay tantas cosas por hacer que olvidamos lo más importante.

Es cierto que nos damos cuenta que la oración “es en verdad la respiración vital del creyente, el aire que respira a diario”, sin embargo, nos cuesta buscar la presencia de Dios. No nos es fácil deleitarnos en su presencia.

 Nuestra naturaleza se opone al espíritu como bien explica Pablo: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gal.5:17)

Esto no debe amilanarnos. Debemos mirar y considerar las vidas de hombres igual a nosotros que lucharon para superarse y lo lograron.

 El biógrafo de Samuel Chadwick escribió: “Era esencialmente un hombre de oración: cada día se levantaba poco después de las seis e iba a una pequeña habitación, su santuario privado, donde tenía su hora devocional antes del desayuno.

Era potente en la oración pública porque era constante en su devoción privada.

Cuando oraba esperaba una respuesta de Dios. Ojalá hubiese orado más – escribió al final de su vida – aún si hubiese trabajado menos; y de lo más profundo de mi corazón desearía haber orado mejor.”

 Cuando aprendamos que la oración privada es lo más importante, nuestra predicación sacudirá el corazón de los pecadores y molestará a los creyentes perezosos.

 La oración es la que determina si hacemos nuestra predicación con nuestras propias fuerzas o si la hacemos con la unción del Espíritu.

 No importa la clase de servicio que prestas en tu iglesia, cualquiera que sea, si no está previamente regado con lágrimas de oración y acciones de gracias en la presencia de Dios, será nada más que la presunción religiosa vestida de hermoso ropaje por fuera, pero vacía e inútil por dentro.

 Así era el “celo religioso” de Pedro. Cuando a viva voz juraba que no negaría al Señor su orgullosa carne quería quedar bien con lo que lo miraban y le escuchaban. En realidad lo que él pensaba en su corazón era: “¡qué bien que estoy quedando delante de todos! El Señor debe estar contentísimo conmigo!”

 Pero no terminó el señor de darle la espalda cuando el tuvo que aprender con dolor que él no estaba capacitado con sus propias fuerzas naturales para ser un discípulo fiel. Saboreando con amargura sus lágrimas aprendió una dura verdad. El servicio natural no sirve en el reino de Dios.

 Antes de servir hay que morir. Mi hermano, la oración mata tu carne. La oración quiebra tu orgullo. La oración te humilla bien humillado. Para que no le robes la gloria a Dios.

 Lo que quiero decir es que sin oración no hay fruto. Es trabajar en vano. Como pretender que la semilla germine en tierra seca.

 “La forma, la hermosura y la fuerza del sermón es como paja a menos que tenga el poderoso impulso de la oración en él, a través de él y tras él.

El predicador debe, por la oración, poner a Dios en el sermón. El predicador por medio de la oración, acerca a Dios al pueblo, antes de que sus palabras hayan movido al pueblo hacia Dios.

Hay innumerables predicadores que desarrollan sermones notables, pero los efectos tienen corta vida y no entran como un factor determinante en las regiones del Espíritu donde se libra la batalla tremenda entre Dios y Satanás, el cielo y el infierno, porque los que entregan el mensaje no se han hecho militantes, fuertes y victoriosos en la oración.” (E.M. Bounds).

 El diablo sabe esto y procurará que los predicadores no oren. Hará todo lo que está a su alcance para impedirlo. Así que no te extrañes de que te cueste orar. Eso demuestra que debes elegir entre la vida y la muerte. Cada vez que oras eliges por la vida. La tuya y la de todos aquellos que alcanzarás por tu ministerio.

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Homilética: El predicador y su disciplina personal (9).

julio 5, 2010 by admin 19 Comments

                                     

Hay temas que son como las columnas en las cuales descansa el carácter de todo lo que será nuestra vida. Muchos estarán pensando: pero, ¿por qué no hablamos de cómo predicar? Sin embargo, les recuerdo que nuestro énfasis principal, es en lo concerniente a la personalidad del predicador. Ni el bosquejo, ni la técnica oratoria que utilicemos podrá suplir la falta de integridad en cualquier aspecto de la vida del predicador.

 No me imagino como alguien que no aprendió disciplina podrá arengar a su congregación a que ordene su vida según el Reino de Dios.

“Las palabras discípulo y disciplina tienen la misma raíz. Un líder es una persona que primero se ha sometido voluntariamente y ha aprendido a obedecer una disciplina que proviene de fuera de si mismo, pero que entonces, se impone una disciplina aún más rigurosa desde dentro de él. Los que se rebelan contra la autoridad y desprecian la auto-disciplina pocas veces califican para los cargos importantes del liderazgo. (Entre ellos predicadores y maestros). Eluden los rigores y sacrificios que exige la disciplina divina. Muchos que han dejado la obra misionera lo han hecho no porque no tienen dones suficientes, sino porque hay muchas partes de su vida que no han sido puestas bajo el control del Espíritu Santo.”

 Muchos creen erróneamente que porque hacen cursos y seminarios de liderazgo ya están habilitados para el ministerio. Pues están equivocados, ¡por millones de kilómetros!

 El que no ha aprendido a obedecer, a estar sumiso a las autoridades de la iglesia jamás debe permitírsele tocar las cosas santas del ministerio.

 La desobediencia viene del mismo infierno. Es el mismo espíritu del diablo y aunque se disfrace de religiosidad, eso no es mérito para dejar que personas de ese tipo contaminen los utensilios del santuario. Como el sacerdote en la antigüedad llevaba escrito a la vista de todos “Santidad a Jehová”, así también, la vida de una persona debe mostrar claramente su espíritu de obediencia, porque santidad y obediencia van tomadas de la mano.

 Muchos cristianos “desordenados” de hoy andan con la cara larga, según ellos porque se sienten “ofendidos”. Aducen: es que en mi iglesia el pastor no comparte el ministerio – cuando en verdad lo que quieren decir es: “Yo no sé por qué no me deja lucir mis grandes capacidades de predicar. ¡Oh, si yo predicara! Qué distinto sería la unción de las reuniones … “No dudes de que sería tan distinto que a la segunda semana le predicaría a la sillas …!

Algunos son como los niños que juegan a la guerra en la calle, cuando uno pasó y los vio tan quietos y sentados les preguntó qué les pasaba. Uno de ellos le respondió: “Es que todos somos generales y no encontramos ninguno que quiera jugar de soldado.”

 Mis queridos hermanos, es demasiada profunda la obra que Dios deberá hacer en nuestro carácter y en nuestro corazón, antes que podamos estar capacitados siquiera para participar de soldados en el ejército del Señor.

 Nada es superficial en el Reino de Dios. Nada puede tomarse a la ligera. No es sólo pararse a dar un discurso. Es predicar para determinar el destino eterno de las almas. ¿Crees que se puede hacer esta tarea como cualquier charlatán de feria? No sería ésto más bien vergonzoso para el evangelio y para el mismo Maestro de quien se dijo: “¡Nunca nadie nos ha hablado como este hombre!”

 ¿Avergonzaremos el nombre de nuestro Maestro por nuestra indisciplina y falta de dedicación a las cosas sagradas?

 Dios nos dé un santo temor cada vez que por la misericordia de Dios, nos sea dado ponernos de pie con el sagrado libro en nuestras manos.

 Y ¿qué decir de los jóvenes que piensan que con mucha prontitud pueden ocupar un lugar en el servicio de nuestro Rey? ¿Estarías dispuesto a Someter tu carne y tus pasiones a la disciplina de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo? ¿Qué precio estás dispuesto a pagar para servir a Jesús?

 A un gran estadista que en una oportunidad hizo un discurso que cambió el rumbo político de su nación, le preguntaron ¿cuánto tiempo tardó en preparar su discurso? El le respondió a su admirador: “Toda mi vida ha sido una preparación para lo que he dicho hoy.”

 Como dice J.O. Sanders: “Un joven con posibilidades de liderazgo trabajará cuando otros pierden el tiempo, estudiará cuando otros duermen, orará cuando otros juegan. No habrá lugar para hábitos descuidados y malogrados, ni en palabra, ni en pensamiento, ni en obra, ni en vestido. Observara una disciplina igual a la de un soldado en cuanto a régimen y comportamiento, para que pueda sostener una buena lucha. El se encargará del trabajo ingrato que los demás eluden. Emprenderá la responsabilidad oculta que otros evitan porque no les dará el aplauso de los demás, ni gana con ella ningún aprecio.

El líder controlado por el Espíritu Santo no eludirá el enfrentarse a situaciones o personas difíciles y cogerá la ortiga cuando sea necesario. Con amabilidad y valor hará una crítica cuando sea necesaria o administrará la disciplina cuando así lo exige la obra del Señor. No aplazará el escribir una carta difícil.

Su papelera no esconderá las evidencias de su falta de coraje para enfrentarse con los problemas urgentes. Su oración será:

Dios enduréceme para no obedecer a mis deseos,

Los deseos del cobarde con voz patética,

quien implora por la comodidad, el descanso y el gozo.

Yo mismo, soy el traidor más grande de mi persona,

Mi amigo mas falso,

Mi enemigo mortal,

Mi obstáculo, en cualquier camino en que yo vaya.

Amy Carmichael

 ¿Qué les parece? ¿Demasiado duro? Veamos entonces, otro ejemplo.

Cuando el Dr. Thomas Cochrane, el fundador de World Dominion Movement, fue entrevistado como aspirante para la obra misionera, se le preguntó: “¿A qué sitio en el campo misionero crees estar llamado?” contestó: “Sólo sé que deseo que me ofrezcáis el sitio más difícil.” La respuesta de un hombre fuertemente auto disciplinado.

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Homilética: El estímulo de la lectura apropiada (8).

junio 19, 2010 by admin 16 Comments

LO QUE EL PREDICADOR CRISTIANO NO DEBE DESCUIDAR

B) SU LECTURA (Continuación…)

Repasemos algunos motivos por los cuales el predicador cristiano debe leer:

– Para alcanzar un avivamiento personal. Porque sólo aquel en quien fluyen “ríos de agua viva” en su corazón puede trasmitir vida a sus oyentes.

– Para su propio provecho espiritual. Eso hará que aprenda a seleccionar sus lecturas, prefiriendo aquellos autores que “descifran nuestros corazones, retan nuestra conciencia y hacen que intentemos llegar a lo más alto. Esa lectura que nos inspira y nos impulsa debe ser nuestra preferida.”

– Para su estímulo mental. Un predicador con pereza mental que no estimula sus capacidades mentales no tendrá nada nuevo ni original. Muy al contrario, será especialista en “llamar el sueño” a los ojos de sus oyentes.

– Para mejorar y cultivar su estilo de predicar. Por ello es importante seleccionar autores que estimulan nuestra imaginación, aumentan nuestro vocabulario y nos capacitan en el arte de hablar en forma clara y llamativa.

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¿Por qué leer entonces? La regla famosa de Francis Bacon era:

“Lee, no para contradecir o confundir, no para creer o tomar por sentado, no para buscar conversación y discurso, sino para pensar y considerar.
Algunos libros son para ser probados, otros para ser tragados y unos pocos para ser masticados y digeridos.”

Es importante entender que si nuestro motivo para leer es sólo archivar información en nuestra mente no nos será de mucho provecho. Y aún si lo hacemos para mostrarnos superiores o “intelectuales”. La motivación debe ser una sola: glorificar a Dios con nuestro conocimiento, ser más útiles, ser más siervos de nuestros hermanos, instrumentos de bendición.

Cuánta falta hacen en nuestro medio hermanos con estas condiciones. Son aquellos que no buscan sobresalir. Sólo buscan aplicar lo aprendido.

¿Qué se debe leer? No se trata de leer todo lo que llega a mano. A veces estamos saturados de libros, boletines, revistas etc. de los círculos evangélicos. y lo mismo si a ésto le sumamos la cantidad de material impreso en el mundo secular. Como el predicador debe estar informado en todos los campos, será importante leer solamente lo mejor, escoger siempre lo que nos será más útil para el cumplimiento de nuestra obra.

“En otras palabras, nuestra lectura debe escogerse a base de lo que somos, de lo que hacemos o de lo que pensamos hacer.”

También es importante leer buenas biografías de hombres y mujeres cuya vida será reveladora para nosotros, tanto sus sueños como sus fracasos y victorias, muchas veces iluminarán nuestro propio sendero, responderán a nuestras inquietudes y nos inspirarán en nuestro servicio.

El predicador y el líder debe ser exigente consigo mismo. No debe leer solamente lo fácil que lee la mayoría del pueblo, porque estaría a su mismo nivel. No debe, ni puede conformarse con lo que les conforma a ellos.

Así lo aconseja un autor (Muriel Ormrod) :
Es mejor que emprendamos en lo que es un poco más allá de nuestro alcance. Siempre debemos leer algo diferente, no sólo leer lo autores con los cuales estamos de acuerdo, sino con los que tenemos que enfrentamos. No debemos condenarles por no estar de acuerdo con nosotros (les suena conocido?…) sino tomar el desafío y probar sus puntos de vista contra la verdad de las escrituras. No debemos comentar ni criticar a autores que conocemos sólo de segunda o tercera mano, sin molestarnos en leer sus obras por nosotros
mismos … no temamos las ideas nuevas, pero tampoco nos dejemos llevar
por ellas.”
Además, lo que el líder lee revela el carácter y la grandeza de su meta hacia la cual dirige a su pueblo. ¿Les parece entonces, que puede estar al mismo nivel de los seguidores? Como ven, en cada aspecto que hace al predicador, a él se le exige más tiempo, más concentración, más estudio. Muchos ven solamente la fachada, la “importancia” de ocupar un púlpito. Los que así piensan están muy equivocados. Me atrevo a decir que sólo quienes estén dispuestos a abandonar sus vidas en el altar del sacrificio, son aptos para este ministerio. Y créanme “también que cuando levantamos nuestros ojos buscando esa clase de líderes, el horizonte se nos presenta vacío. Todos quieren la gloria, el cargo y los aplausos. Pocos están dispuestos a pagar el precio.

Si nos detenemos en este apartado es porque debemos apuntar hacia la calidad en el servicio. Ya hay demasiada mediocridad en nuestros púlpitos. Y porque además, la lectura es el elemento indispensable en la labor de un predicador. Quien no esté actualizado en ésto, mejor que se olvide de querer predicar. Un predicador que no lea será como un ciego dando al auditorio una conferencia explicativa sobre la tabla de los colores, las distintas mezclas de los colores primarios y la variedad de tonos que se pueden conseguir.

Si vamos a predicar es mejor que como primera regla entendamos nosotros bien la verdad del evangelio y la doctrina de Jesucristo. Caso contrario, lo único que haremos será confundir a la gente y ustedes saben, que tal el predicador así serán sus seguidores.

Por último, terminaremos este aspecto dando algunas reglas sumamente importantes de “cómo leer” – consejos que buscan que el alumno se ejercite de una manera práctica y a la vez útil, donde pueda cosechar resultados:

    1) No elijas libros que se olvidan inmediatamente; eso sólo nos ayuda a fomentar el hábito de olvidar.
    2) Lee acompañado de un lápiz y un cuaderno de notas. Desarrollar un método para tomar notas, caso contrario, la lectura será una pérdida de tiempo porque pronto olvidamos lo leído.
    3)Debes tener un cuaderno de notas permanente o un fichero donde guardar el material que sea de utilidad para tus sermones o charlas.
    4)Lee con un diccionario al lado. No dejes pasar una sola palabra que no entiendas. Verifica toda información histórica o científica que vayas a utilizar.
  5) Hay que variar los temas de lectura; ésa renovará el interés para la mente y no caerás en la rutina.
6) Las lecturas deben estar relacionadas entre sí mientras sea posible:
historia con poesía, biografía con novelas históricas, por ejemplo, si leemos “El Peregrino” de Juan Bunyan, paralelamente leer algo de historia contemporánea del siglo XVII de la cual el autor fue parte.

Carlos H. Spurgeon aconsejó a sus estudiantes:
“Domina los libros que tienes. Léelos cuidadosamente. Saturarte en ellos hasta que te impregnen. Léelos una y otra vez, mastícalos y digiérelos. Deja que lleguen a formar parte de tu propio ser.
Estudia un buen libro varias veces y toma notas y analízalo. Un estudiante encontrará que su mente será afectada mayormente por un libro que domina bien que por 20 libros que sólo ha hojeado. Poca sabiduría y mucho orgullo provienen de una lectura apresurada. Algunos hombres no pueden pensar porque en vez de meditar, leen mucho. Al leer, haz tu lema: “calidad no cantidad”.”

Y aquí, por cierto, recordaros que ante la abundancia de material, sólo un buen asesoramiento nos librará de leer lo inservible. Preguntemos a quienes pueden guiarnos bien porque están empapados del tema, de ediciones, editoriales y autores. De esa manera invertiremos el dinero en textos útiles.

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Como el tiempo no nos permite detenernos más en este tema tan fundamental, les aconsejo que lean de C.H. Spurgeon el capítulo XIII de “Discursos a mis Estudiantes”, titulado: “A los que cuentan con escasos útiles para trabajar.”

Algunos de sus comentarios bastante mordaces pero ciertos son como los que siguen:
– Comenta que la iglesia en vez de lamentarse acerca de la decadencia en la enseñanza y el poder del púlpito debería, a través de sus miembros más influyentes, obreros y diáconos, proveer al predicador de buen alimento espiritual. ¿Cómo? Estableciendo bibliotecas en las iglesias para los ministros como cosa de primera necesidad. Ya sea a través de donaciones de material o contribuyendo con una cuenta destinada a la compra de buenos libros. En el caso personal del predicador que no pueda comprar más que muy pocos libros – dice Spurgeon – el primer consejo que yo le daría es que compre los mejores. Si no puede gastar mucho, que lo poco que gaste lo emplee bien.

“La segunda recomendación que yo haría es dominad los libros que tengáis. Leedlos con la mayor atención. Bañaos en ellos hasta que os saturen. Leedlos y releedlos, masticadlos, rumiadlos y digeridlos. Haced que formen parte de vuestro ser.
Examinad un buen libro varias veces, tomad notas y analizadlo. Un estudiante hallará que su constitución mental se afecta más por un libro que ha llegado a dominar que por veinte que haya visto a la ligera, lamiéndolos por decirlo así, según dice un clásico refrán: “como los perros beben en el Nilo.””

Y para aquellos que compran montones de libros para abarrotar los estantes, pero que nunca los leen, como también los que se paran dos horas en los estantes de las grandes librerías, comenta:
“Y no sé por qué nos pasa a todos cosa semejante, pues ¿no es verdad que nos sentimos más sabios después de haber pasado una hora o dos contemplando los aparadores de una librería? Pero con igual razón podríamos creernos más ricos después de haber contemplado la caja fuerte del Banco poderoso de Londres. ¡No! señores, en la lectura de libros, llevad por lema: “mucho, no muchos.” Pensad al mismo tiempo que leáis. Que vuestro pensamientos sea siempre proporcionado a la lectura, y vuestra pequeña biblioteca no será para vosotros gran mal.”
Aconseja también que en el caso de necesitar más libros podemos con toda discreción pedirlos prestados.

El mismo cuenta una anécdota:
“El otro día cierto ministro que me había prestado 5 libros hacía dos años o más, me escribió un recado rogándome le devolviera tres de ellos y con gran sorpresa suya recibió a la vuelta de correo no solamente los que pedía sino los otros dos que el había olvidado. Yo había formado y conservado cuidadosamente una lista de los libros que me habían sido prestados y podía por lo mismo devolverlos completos a sus respectivos dueños. La persona a la que me refiero no esperaba seguramente que yo le contestara remitiéndole los libros con tanta prontitud, pues me escribió una carta manifestándome su agradecimiento; y cuando volví a visitar su estudio, lo hallé en la mejor disposición de hacerme un nuevo préstamo. ”
Y observa que es común escribir en la hoja en blanco de los libros el siguiente poema:

“Si te presto a algún amigo
Para que él en ti se instruya,
Dile que no te destruya
Y te envíe pronto conmigo.
Que me holgaré si consigo
Que de provecho le seas
Comunícale ideas
Con que promover su bien;
Que no en cambio, con desdén
Por él mirando te veas.”

De todas maneras, aún si no tuviéramos otro libro, pero poseyesen la Biblia, ella es más que suficiente para equiparnos para nuestro trabajo.

Nadie puede morir de sed espiritual teniendo en cada página de ella raudales de aguas vivas que fluyen del mismo trono de Dios.

El propósito del cristiano al leer es uno sólo: La sana ambición de entender la Biblia, como la revelación de Dios al hombre.
Aquél que no sólo haya aprendido la letra literal de la misma, sino que ha captado su verdadero espíritu, no será un hombre común, aunque le falte instrucción en otras áreas. Siempre será un hombre completo.

Los cristianos de hoy deberían – como en la época de la reforma – ser llamados
“personas de un sólo libro” porque lo conocen, lo aman y lo estudian.

Spurgeon agrega:
“Cuídate del hombre de un libro. Un hombre así es un terrible antagonista. El que tiene su Biblia en la punta de los dedos y en el fondo del
corazón es un campeón de nuestro Israel: no os será posible competir con él.”

Ojalá ésto pudiera decirse de cada cristiano y por sobretodo de los predicadores y maestros.

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