5. Hay otra razón a favor de la oración constante, desvelada y triunfante, que parece aún más poderosa que es: que la oración es la parte principal del ministerio actual de nuestro Señor resucitado.
El ministerio de Cristo no terminó con su muerte. Su obra expiatoria fue consumada entonces, pero cuando resucitó y ascendió a la diestra del Padre, dio principio a otra obra por nosotros igualmente importante en su lugar como la de la expiación. No puede divorciarse de su obra expiatoria; descansa sobre aquélla como su fundamento; pero es necesaria para nuestra perfecta salvación.
En Hebreos 7:25, encontramos lo que es esta obra actual, por medio de la que perfecciona nuestra salvación: “Por lo cual puede salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” Este versículo nos dice que Jesús puede salvarnos eternamente, o completamente, hasta la perfección absoluta, porque no solamente murió, sino también porque “vive siempre”. El versículo nos revela también porque vive ahora, “para interceder por nosotros”, para orar. La cosa principal que hace actualmente es orar. Por sus oraciones nos está salvando.
La misma enseñanza se halla en aquel pasaje notable y triunfante de Pablo en la carta a los Romanos: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún, el que también intercede por nosotros” (8:34).
Si hemos de tener compañerismo con Jesús en su obra actual debemos orar mucho; debemos darnos a la oración constante, perseverante, desvelada y victoriosa. Nada me ha impresionado más de la importancia de orar en todo tiempo, de estar ocupado constantemente en la oración, como esta enseñanza: que aquella es la ocupación principal de nuestro Señor resucitado en la actualidad. Deseo tener comunión con él y he suplicado al Padre, que haga de mi un intercesor, un hombre que sepa orar y que dedique mucho tiempo a la oración.
Tomado del libro: “Como Orar” por R. A. Torrey