Señales
Apocalipsis: “Sí, vengo pronto.” Jesucristo (59).
Las diferentes voces que claman por la venida del Señor
“El Espíritu y la novia dicen: «¡Ven!»; y el que escuche diga: «¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (22:17).
La primera, en expresar su ardiente deseo es “la esposa”. Palabra siempre traducida como “novia”. La Iglesia no puede ser la Esposa de Cristo hasta que esté completa con el último pecador de esta edad agregado a Ella. El casamiento tomará lugar en 19:7.
Todo esto ha través del Espíritu, pues ambos están entrelazados y es el mismo Espíritu que intercede en los creyentes con gemidos indecibles (Ro. 8:26, 27).
“…y el que escuche diga: ¡Ven!” Cómo que el autor insta a los oyentes a que eleven este clamoroso ruego al mismo Señor Jesús. Este versículo contiene la última invitación en la Biblia; en realidad, son dos invitaciones en una. La primera parte está dirigida a Cristo, deseando que vuelva al mundo. La segunda parte está dirigida al mundo, deseando que vuelva a Cristo.
El otro aspecto de este mensaje es una invitación evangelística. “El que tenga sed, venga”. Siempre está presente todavía el día de salvación. Este ofrecimiento para la salvación se amplia con la siguiente frase:
“… y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida”. Una invitación similar la encontramos en Isaías 55:1. No hay merito humano alguno que pueda alcanzar la salvación como premio, por mas grande o noble que parezca. Dios ha dispuesto que la salvación sea totalmente gratuita (Ro. 6:23). Y está a disposición de todo aquél que desee obtenerla.
“A todo el que escuche las palabras del mensaje profético de este libro le advierto esto: Si alguno le añade algo, Dios le añadirá a él las plagas descritas en este libro. Y si alguno quita palabras de este libro de profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, descritos en este libro”. (22:18, 19).
El mismo Señor advierte “A todo el que escuche…”, es una clara advertencia, de que no debemos descuidar, el manejo cuidadoso de estas palabras reveladas por el ángel a Juan. Esto no quiere decir que ya Dios no puede seguir hablándonos. Lo que quiere decir, es que tanto el libro de Apocalipsis, como la Biblia están completos y no necesitamos de “supuestos soñadores y visionarios”, que quieran agregar nuevas profecías o libros a la Biblia.
Esta es la revelación escrita de Dios al hombre. Y es definitiva. (Vea Pr. 30:5,6; Dt. 4:2 y 12:32). Así, aunque la advertencia se aplica en primer lugar al libro de Apocalipsis, también es aplicable para cualquiera que quiera agregar o quitar alguna parte del texto sagrado.
Por cierto, es de destacar, que era la costumbre común de los escritores antiguos, de agregar una orden solemne a los escribas que debían corregir con mucho esmero las copias cuando esto era necesario, pero jamás debían hacer una interpolación o mutilación del original.
De todas maneras, es una advertencia muy seria pues dice que de no escucharla, Dios le quitara su parte de toda la fantástica herencia descripta en este libro. No parece referirse a la salvación. Ya que ningún discípulo regenerado y lleno del Espíritu Santo se atrevería a manipular la Palabra de Dios. Lo que no podemos asegurar de incrédulos eclesiásticos con motivaciones equivocadas.
La conclusión de esta magnífica revelación es rubricada por el mismo señor Jesucristo:
“El que da testimonio de estas cosas dice: Sí, vengo pronto” (v, 20a). Lo significativo es que esta es la tercera vez que hace esta promesa en el mismo capítulo (vv. 7, 12, 20) con la salvedad de que aquí agrega un rotundo “sí”, que en el griego significa “¡de seguro que sí!” como una afirmación que da mas fuerza y seguridad a la declaración de su inminente venida.
Como respuesta a tan sublime declaración, Juan representando aquí a la iglesia redimida responde: “¡Amén. Ven, Señor Jesús!” (v. 20b). Casi podemos imaginarnos esa novia radiante extendiendo sus brazos hacia su amado, que en algún momento se marchó hacia un largo viaje, pero con la promesa de regresar para celebrar con ella su boda. Tal vez las lágrimas corren por sus mejillas mientras espera ansiosa…. pero ella sabe “que las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos” … sabe de las heridas que su amado a recibido por amor a ella. Sabe que la ama con amor eterno. Sabe que El es el Fiel y Verdadero.
El cristiano dedicado al Señor, viviendo en medio de una sociedad secularizada y camino a una total apostasía, levanta sus ojos al cielo con la expectativa de que hoy sea el día del Señor. Esta rodeado de tinieblas que se manifiestan en una idolatría ciega y la adoración a pasiones y prácticas equivocadas. En su corazón el cristiano desea solo una sola cosa, la que es expresada con tres palabras , “Ven, Señor Jesús.” Esta frase equivale la versión aramea de 1 Corintios 16:22, “Maranatha”.
“La gracia del señor Jesús sea con el pueblo de Dios. Amén” (22.21).
Muy llamativo se nos presenta el hecho, de que un libro apocalíptico, termine con una bendición apostólica, pero el libro empezó como una epístola (1:4 y siguientes), por lo tanto, esta terminación es apropiada.
Seguramente, la bendición apostólica de Juan va dirigida a los lectores y oyentes contemporáneos de Apocalipsis. Pero sin duda también a la gran multitud de creyentes, de todas las generaciones, que por esa misma gracia, leyeron y estudiaron este libro para inspirar y animar a la iglesia militante. A ellos nos sumamos nosotros hoy. Ojalá lo hagamos con la misma pasión y expectativa que ellos.
Según los manuscritos, el “Amén” fue agregado por algún copista cuyo corazón ardía por la pronta venida de Cristo. Este debería ser también el anhelo del corazón de cada persona que ha recorrido las páginas de Apocalipsis. Su visión gloriosa de nuestras vidas reinando con Cristo, nos anima en medio de un mundo cada vez mas secularizado, pero en el cual nosotros brillamos, con el firme propósito de ser usados para que muchos vengan al conocimiento del Salvador.
Una buena manera de concluir este estudio, es con las palabras que en este capítulo le son atribuidas al mismo Señor Jesús. ¡Que fuerte y claro que nos hablan!
22:7 ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
22:12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
22:13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
22:16 Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
22:20 El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
Apocalipsis: “¡Miren que vengo pronto!” (58)
«¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. (22:12,13).
La voz de Cristo anuncia la inminencia de su tribunal para los justos, 1 Corintios 3:11-15, y el trono blanco para los incrédulos, Apocalipsis 20:11-15.
En Hebreos 11:6, Él es el gran “galardonador.” “La palabra describe especialmente las recompensas divinas dadas a los creyentes por la cualidad moral de sus acciones. Su valor para el obrero individual variará de acuerdo con el trabajo que haya realizado.” (Ver Hebreos 11; Mateo 20:8 y 2 Timoteo 4:8).
Por otra parte, una vez mas si comparamos esta descripción que el mismo Cristo hace de su persona con 1:18, e Isaías 44:6 y 48:12, se prueba que Cristo era la manifestación visible del Jehová del Antiguo Testamento. Otra vez, el mismo declara también la realidad de que toda la historia humana tiene su comienzo y su final en su persona.
“Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para poder entrar por las puertas de la ciudad. Pero afuera se quedarán los *perros, los que practican las artes mágicas, los que cometen inmoralidades sexuales, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira.
“Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, la brillante estrella de la mañana.” (22:14-16).

Ya conocemos que la gran dicha del cristiano será haber lavado sus ropas en la sangre preciosa del Cordero. El árbol de la vida representa todo lo bueno y lo mejor que había en el corazón de Dios para el hombre recién creado y que Adán y Eva perdieron. La sangre preciosa de Cristo es la que nos capacita “para tener derecho al árbol de la vida” y comer de su fruto. En Cristo el gozo inefable de la comunión con Dios es recuperado. Y por lo tanto también sus bendiciones nos son restituidas.
Las puertas del cielo solo están abierta para hombres redimidos. No porque se cierren en algún momento. Sino porque el malo simplemente nunca llegará a ese lugar. ¡Cuanta fascinación nos embarga nuestro espíritu al imaginarnos caminando hacia la santa ciudad! Vislumbrar sus puertas y ser alumbrados por la gloria divina que de ella se irradia!
Está claro quienes se quedarán fuera de tan bendita ciudad. Ya enumeramos y analizamos toda esta diferente clases de pecado y lo que significaban.
En el verso 16, que Juan se lo atribuye directamente al Jesús, vemos en primer lugar como es común en todo el libro, la actividad angelical como verdaderos ministros también en los asuntos de la revelación de las cosas venideras. Pero en segundo lugar, el mandamiento de no acallar este mensaje, sino por sobretodo darlo a conocer a las iglesias. Y no descuidar la lectura y el estudio de un libro tan alentador para los fieles peregrinos que a través de diversas pruebas llegarán a las puertas del cielo
En esta frase “la raíz…de David, la brillante estrella de la mañana”. Wiersbe ofrece un bello comentario al observar que “los títulos de nuestro Señor en versículo 16 son de lo más interesantes. La raíz se sepulta en la tierra donde nadie la puede ver, pero la estrella está en el cielo donde todos pueden verla. En la raíz y linaje de David tenemos a Jesús judío, nombre nacional; pero en la estrella resplandeciente de la mañana tenemos su nombre universal. Uno habla de humildad, el otro de majestad y gloria”.
Como la raíz de David, Jesucristo trajo a David en existencia. Como linaje de David, Jesús vino a este mundo, nacido judío del linaje de David. Tanto la deidad y la humanidad de Jesús son evidentes aquí.
Este enigma, fue irresoluble para los fariseos, cuando Jesús los confundió en Mateo 22:41-45.
“La estrella de la mañana anuncia la llegada de la aurora. Jesucristo vendrá por su Iglesia como la estrella de la mañana, pero cuando Él vuelva a juzgar, será como el Sol de justicia en ardiente furia”.
Veamos también que para “estrella resplandeciente”. El griego enfatiza la cualidad de la estrella al decir “la estrella, la resplandeciente, la de la mañana”. Cuando las profecías del libro hayan sido cumplidas, entonces será terminada la oscuridad de la tribulación y llegará el alba del milenio.
Apocalipsis: ¿Qué haremos en el cielo? (55)
Capítulo 22
Las maravillas del cielo
“Luego el ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, y corría por el centro de la calle principal de la ciudad. A cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce cosechas al año, una por mes; y las hojas del árbol son para la salud de las *naciones. Ya no habrá maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus *siervos lo adorarán; lo verán cara a cara, y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá noche; no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios los alumbrará. Y reinarán por los siglos de los siglos” (22:1-5).
Continúa El apóstol Juan describiendo para nosotros las maravillas del cielo. En el verso uno, nos imaginamos la gloria y la majestuosidad de ese trono eterno, donde habita la plenitud de Dios. Dice: “… del trono de Dios y del Cordero”, para que no haya duda que son la misma y única persona.
También del mismo trono desciende el río de agua viva que seguramente representa al Espíritu Santo y su obra perfecta desplegada a favor de los creyentes (Jn. 7:37-39; Ap. 7:17)en la tierra, pero que en el cielo será permanente, como todas las cosas celestiales. Así se nos presenta también en esta figura, la expresión completa de la Santísima Trinidad.
La segunda gran figura que nos describe el apóstol es el árbol de la vida. Es por cierto sorprendente la figura que tenemos delante de nuestros ojos. Nos imaginamos esta gran avenida de doble vía, pues dice que el río se sitúa en el centro de ella y a todo lo largo.
Puede ser que el árbol no sea uno solo sino varios, hasta doce conjeturan algunos autores teniendo en cuenta que están situados a “ambos lados” de la ribera del río de la vida. El uso del doce nos lleva de alguna manera hacia una expresión de acabado perfecto, que muestra la gran obra de Dios por amor a su pueblo.
Ya sabemos nosotros que Jesucristo es la vida en plenitud para los que hemos creído. Este árbol nuevamente accesible para el ser humano, representa en alguna manera todo lo que Cristo gano en el Calvario para nosotros. Pues el dijo: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”.
Aunque dice que su hoja será de sanidad para las naciones. No debemos interpretarlo literalmente, ya que en el cielo no habrá enfermedad. Antes bien, representa y significa la preservación eterna de la vida de Dios en el creyente. Que significa salud física y salud espiritual en un sentido perfecto. Propio de los cuerpos glorificados. Que maravilla pensar que la vida eterna regresa al hombre en el mismo lugar donde la perdió. El paraíso restaurado o completamente nuevo, se encuentra en la misma ciudad celestial.
Y un gran acontecimiento tiene que quedar demostrado y ser declarado sin ambages. ¡Ya no habrá maldición! Recordemos que por el pecado del hombre, la tierra había sido maldecida (Gn. 3:17-19). Así, todo nos da a entender en este contexto que la recuperación del paraíso perdido, en una dimensión todavía mejor se lleva a cabo en el mismo cielo. En semejante estado de perfección espiritual no hay cabida para ninguna maldición. Lo que es perenne en el cielo es la bendición.
Detengámonos ahora, en un servicio muy especial delante del trono, y veamos a los hijos de Dios, levantar un culto al Dios verdadero, donde ofrecerán un servicio continuo de adoración el el cielo….”El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus *siervos lo adorarán;”…..(v, 3b). Bien que como Reyes y sacerdotes ese será nuestro mas grande privilegio (He. 10:2; 12;28; 13:10; 1P. 2:9).
Algunos se preocupan preguntándose: ¿Qué haremos en el cielo? O ¿cuál será nuestra tarea? Lo que podemos comprender es que habrá una continua adoración, pero también que la misma tendrá un alcance eterno que ni siquiera podemos imaginarnos, pues, sobrepasaría nuestro entendimiento humano.
Será todo nuevo y en constante descubrimiento acerca de la persona eterna de nuestro Dios. ¿Nos alcanzará la eternidad para conocer a un Dios tan grande y sublime? También estaremos continuamente sorprendidos por la cantidad de revelaciones y novedades que el tiene preparadas para nosotros.
Sin duda que el cielo no habrá tiempo para aburrirse. Allí de seguro, todas nuestras aspiraciones que no logramos en esta tierra podrán hacerse realidad en un proceso maravilloso trabajando en todos los aspectos de nuestra personalidad. Encajaremos perfectamente en el diseño eterno de Dios para nosotros. ¡Nosotros mismos seremos nuestra mayor sorpresa! Imaginemos…. nuestros cuerpos incorruptibles y sin limites de tiempo y espacio que nos detenga, y en un universo eterno. ¿Aburrimiento? ¡Creo que eso no existe en el cielo! ¡Gloria a Dios por su don inefable!
Pero este relato sigue sumando niveles de emoción:
“… lo verán cara a cara, y llevarán su nombre en la frente”. Esto es mas de lo que podemos pedir. Nos enseña aquí el Espíritu Santo que en el cielo la comunión eterna con Dios llega a su punto mas íntimo y perfecto. Sabemos que nadie podría ver a Dios directamente a su rostro y quedar vivo (Ex. 33:20), ¿pero qué si lo hacemos a través del sacrificio perfecto y redentor de Cristo? Por supuesto que no aclara aquí hasta que grado le veremos, o soportaremos. Pero si es claro que sólo por su gracia puede permitirnos ver su rostro y adorarle. Estaremos delante de El y le alabaremos.
Esta parte concluye con el verso cinco, con una declaración de la presencia de Dios en su plenitud que todo lo ilumina.
Así, como en el verso tres, vimos a los habitantes del cielo “sirviendo” como sacerdotes; aquí, ahora, los vemos reinando, es decir, como “Reyes”. Así como Cristo continuara reinando por la eternidad como “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”, así también sus redimidos co-reinarán con El por toda la eternidad. Ese es nuestro destino. Este nuestro mas caro anhelo. ¡Estar siempre con El! Y así, desde lo mas profundo de la eternidad nos llegan estas palabras poderosas, destruyendo a su paso las tinieblas de la noche presente:
“Ya no habrá noche; no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios los alumbrará. Y reinarán por los siglos de los siglos” (v. 5).
Apocalipsis: ¿Quiénes entraran al Cielo? (54)
Lo que sigue, en el verso 8, es un relato primero de advertencia, de quienes no entraran al cielo. Y luego una lista con los pecados que cierran las puertas del cielo.
Comienza Juan con los cobardes. Precisamente en ese momento la iglesia sufría la cruel persecución ordenada por el emperador Domiciano. Seguramente se refería a los que se avergonzaban a de confesar públicamente a Cristo como Señor lo que significaba de seguro una cruel muerte.
Los incrédulos en general, pero también los que hacían una declaración falsa de fe.
Los abominables, se hallan descritos en pasajes tales como: Job 15:16; Sal 14:1 y Tito 1:15,16. Especialmente abominables son los hipócrita, según puede verse en Mt 7:22,23.
Les siguen los que están involucrados en cualquier clase de inmoralidad sexual. Del griego pórnois de donde viene el término “pornografía”.
“Los que practican artes mágicas” literalmente, los hechiceros. Advirtiendo el pensamiento de que esto no sea vigente para nuestros días, es que transcribo el comentario de M.Henry en su libro Escatología II (pág. 347):
“Si vamos a la Biblia, hallamos la conexión de la hechicería con la magia, la adivinación y el espiritismo, todo lo cual era abominable a YHWH (v., por ej., Éx. 22:18; Lv. 19:26, 31; 20:6, 27; Dt. 18:11-14; 2R. 9.22; Is. 19:3; Dn. 1:1, 2; Hch. 8:9-11). En nuestros días, la hechicería primitiva sigue vigente en muchas tribus de Asia, África y América. Lo verdaderamente lamentable es el auge que el ocultismo, el espiritismo y satanismo están cobrando en nuestros días entre las gentes que se tienen por más civilizadas. Más aún ni los propios creyentes son impermeables al esoterismo, revestido de múltiples formas, algunas aparentemente suaves. Hemos de estar, pues, alertados, ya que también estos irán al infierno”.
Continúa con los idolatras, los que adoran todo tipo de imágenes de yeso o metal. Pero se refiere también a los que entronizan en su corazón sus propios dioses, como la fama, el dinero, mundanalidad etc. (Mt. 6:24; Col. 3:5).
Se cierra esta lista con “todos los mentirosos”. Y no solo se refiere aquí a lo que dicen mentiras, sino también a aquéllos que toda su vida es una mentira. Es decir, un estilo de vida. Y ya sabemos, quien es el mentiroso por excelencia.
Para concluir, diremos que el orden en la lista no es casual. Tiene como fin advertirnos para que estemos alertas, de que aún la mas sencilla tentación puede ser una puerta al infierno. Por ello enfatizamos el contraste, mientras que los que vencen (V, 7) ellos heredarán el cielo; éstos últimos el infierno (ver Mt. 25:34 y ss.) Lo cual es la mas tristes de las herencias.
Transportado en el espíritu.
“Y me transportó en en el espíritu…” (V, 9), que maravilloso es pensar cuando leemos este relato, que de esta misma forma podremos trasladarnos en la eternidad que nos espera. Una donde no habrá limitaciones. ¡Y estaremos acompañados por ángeles!
Este ángel le muestra a Juan la gloria de la nueva Jerusalén. El ángel compara la ciudad a una “novia, la esposa del cordero” para darnos a entender la hermosura que se refleja a través de la misma.
La descripción de la ciudad, les plantea generalmente a los estudiosos, el clásico problema de interpretación (Hermenéutica) que se pregunta: ¿Qué es simbólico y que no lo es en este pasaje? Juan dice “lo que vio”. ¿Vio todo solamente en símbolos? Y el lo interpretó… ¿o vio las realidades y las expresó el mismo por medio de símbolos? Podemos hacer muchas explicaciones teóricas, pero lo cierto, es que lo mas importante, es que Juan vio una ciudad, que estaba habitada por santos de todas las edades y que la presencia de Dios estará presente allí de una manera especial. Parafraseando al Apóstol Pablo, fue arrebatado hasta el tercer cielo y decía, si en el espíritu o en el cuerpo no lo sé… pero yo estuve allí y vi cosas demasiados grandes para que el ser humano pueda explicarlas. (2 Co. 12:2).
Por otra parte, Juan también es impactado al ver la ciudad, mas que nada por su especial iluminación que describe de la siguiente manera: “Resplandecía con la gloria de Dios…” (V, 11) Es Dios mismo que manifiesta su gloria en todo su esplendor (Is. 58:8; 60:1, 2, 19). También mas adelante en el verso 23 veremos que “La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”. Aquí late nuestro corazón deseando la venida del Señor para poder participar en semejante espectáculo que dará toda la gloria al Cordero!
Juan se ocupará luego de tratar de describir con palabras humanas, la realidad y majestuosidad de tan impactante ciudad. Comenzando con sus medidas.
“El ángel que hablaba conmigo llevaba una caña de oro para medir la ciudad,… (V, 11), de manera que cada parte de la celestial construcción tiene una medida que proyecta, o descubre un significado, como veremos ahora.
Por años, Babilonia se había enorgullecido de ser llamada la “ciudad de oro”. Ahora el ángel le muestra a Juan la verdadera ciudad dorada en su perfecto esplendor y magnificencia. Y por cierto esta llena de un pueblo santificado por la sangre preciosa del Cordero.
Se nos dice que las medidas de la ciudad son doce mil estadios, lo que equivale a dos mil docientos kilómetros. Veamos el excelente comentario, que hace H. Halley, y que nos ayudará a imaginarla en toda su grandeza:
“El doce es la firma del pueblo de Dios: hay doce puertas, en las cuales están inscritas los nombres de las doce tribus de Israel, y doce cimientos, con el nombre de los doce apóstoles. La ciudad constituía un cubo perfecto, como lo era también su prototipo: el Lugar Santísimo en el tabernáculo. Si se colocara la misma sobre los Estados Unidos, abarcaría desde la punta más septentrional de Maine hasta el extremo más meridional de Florida, y desde la Costa Este hasta el estado de Colorado; y se extendería a lo largo de unos dos mil doscientos sesenta kilómetros hacia el cielo. Doce mil es, entonces, el símbolo del pueblo de Dios multiplicado por mil, y representa al estado completo, perfeccionado y glorioso de la creación redimida.”
Sin duda, esto nos ayuda a comprender que nada es casual, o sin sentido, en la revelación que Juan a recibido. Aún las medidas son divinas. Así también lo es la certeza del cristiano acerca de los eventos por venir. Están perfectamente establecidos en los diseños perfectos de Dios para nosotros.
Va a concluir Juan este relato (18-21) con un repaso de las piedras preciosas que alumbran con su brillo tan magnífica ciudad. Algunas de estas piedras preciosas no han podido ser debidamente reconocidas. Lo cierto, es que la belleza es tal que los cimientos brillan con los colores del arco iris. Vemos que cada puerta es una perla y todo esta conformado por los materiales mas bellos que el hombre pueda conocer. Eso crea un espectáculo glorioso mas allá de lo imaginable para cualquier hombre en sus cinco sentidos. Una visión de perfecta paz, belleza, gloria y seguridad. Solo la presencia de Dios puede ofrecer algo así. No es algo pasajero. Es la eterna felicidad para la que fuimos creados.
Contemplemos en el espíritu tal fascinante reino, y notemos que como la lumbrera del cielo es el Cordero… ¡allí no habrá noche!
Tampoco habrá necesidad de cerrar sus puertas… ¡pues allí no habrá criminales!
También esta asegurado quienes podrán entrar… ¡Los inscritos en el libro de la vida del Cordero! ¿Está tu nombre escrito en este libro?
Si no es así, no tardes en venir a sus pies. El nunca rechaza a los que se acercan buscando perdón y salvación.
¡Alabemos a Dios por una salvación tan grande!
Apocalipsis: El Orden Perfecto del Cielo (53).
Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres *humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.» Ap 21:3,4
En estos versículos podemos vislumbrar, aunque sea con nuestras limitaciones, lo que será en el cielo la maravillosa experiencia de nuestra íntima comunión con Dios.
“Él acampará en medio de ellos…” se refiere al tabernáculo donde la presencia de Dios estuvo siempre en medio de ellos.
Por otra parte nos hace recordar a la peregrinación de Israel por el desierto, donde Dios moraba en medio de su pueblo en el tabernáculo. A su alrededor estaban las tiendas de las doce tribus de Israel que sumaban toda una nación.
De la misma manera, el Verbo de Dios, al hacerse hombre, acampó (en gr. eskénosen, puso su tienda de campaña) entre nosotros (Jn 1:14). Ahora, sin embargo, en la mansión celestial habrá un solo tabernáculo donde el padre celestial vivirá con los suyos en una perfecta comunión.
Es maravillosa la frase “y ellos serán su pueblo.”, pues aquí se trata de la renovación del pacto de Dios con este pueblo que tanto ama y que tantas veces se ha alejado de El. Ahora, sin embargo, esta renovación es definitiva y gloriosa. El pacto ha llegado a la perfección y todas las promesas se han cumplido. ¡El pueblo de Dios ha llegado a su casa!
Ni lágrimas, ni muerte.
El vr 4, nos da a entender una verdad muy alentadora, que no habrá mas lágrimas que enjugar, pues en el orden perfecto del cielo, todo aquello que causa el dolor y tormento del alma – que es el pecado – habrá desaparecido por completo.
En este contexto celestial no existirá ya la muerte, no habrá que lamentarse, ni existirá trabajo que resulte penoso para el hombre redimido. El orden de vida actual, donde toda clase de calamidad impera y destruye lo mejor de la naturaleza humana, habrá desaparecido. A su vez la gloria de la comunión con Dios volverá con creces a manifestarse en una felicidad indescriptible por la relación personal con Dios recuperada.
El mismo Señor Jesucristo declara en la eternidad:
El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza.» (Vr. 5).
Si le tiene que ordenar nuevamente a Juan que escriba, es sin duda, porque el apóstol debía estar absorto contemplando la persona de Cristo y la gloria que le rodeaba. ¿Y quién podría moverse cuando El habla? El mismo continua diciendo:
También me dijo: «Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. (Vr. 6).
De una manera muy determinante, el Señor da a conocer cualidades de su carácter, para que quede claro Quién es el que ha hablado, como por ejemplo:
“Yo soy el Alfa y la Omega…” expresión que también hemos visto en 1:8. Se refiere a la primera y la ultima letra del alfabeto griego, lengua en la que está escribiendo Juan. Dando a entender que El es el comienzo de todo.
“… el Principio y el Fin.” De manera que la frase es equivalente con la anterior y la completa. Dejando establecido inequívocamente, que el que comenzó la historia humana, y controló su desarrollo en los tiempos, es el mismo que la culmina. Tanto mas cuando el sentido profético de la historia tiene que ver con la salvación eterna del hombre. Donde Cristo es su causa y el centro mismo donde todo se completa.
La invitación a beber del agua de la vida es siempre vigente. El alma humana sin Dios es un desierto seco y vacío. La invitación a beber del agua viva es al que verdaderamente tiene sed, a toda persona que íntimamente se insatisfecha. A través de toda la biblia se repite esta invitación vez tras vez. ¿Y quién no la necesita? Vea Is 55:1; Jn 4:10, 13, 14; 7:37-39. ¡Jesús es el agua viva que el alma necesita para conocer la verdadera felicidad!
Al que venciere
En los versículos 7 y 8 vemos un contraste muy llamativo entre sí, porque nos muestra los destinos opuestos de los malvados y de los que aman a Dios.
Primero, vemos que encierra una gran motivación pues promete bendición para “para los que venzan”. Y es llamativo porque esta expresión ocurre en el libro unas ocho veces. Esto tiene especial sentido, pues, en un libro que narra la lucha diaria por mantenerse firme en la fe, cobra especial relevancia (ver 1Jn 5:4). Juan mismo se encuentra desterrado por el emperador en la isla de Patmos mientras escribe. Entretanto la iglesia lucha cada día entre la vida y la muerte para mantenerse fiel en un imperio diabólico e idolátrico.
Así, por dura y dramática que sea la aflicción que cause esta persecución sufrida por la fe, el creyente mira la promesa concreta para “el que venciere”. Dice que “heredará estas cosas”, refiriéndose a todas las cosas que se han dicho acerca de la fe eterna. Y que encontramos a través de las páginas de la Biblia, como señales en el camino que nos impulsan a seguir el santo llamamiento. El alcance de lo que el vencedor recibirá se da a entender por la frase siguiente:
“… y yo seré su Dios y él será mi hijo” ¡Que maravillosa promesa y que inmenso privilegio! En otras partes de las escrituras encontramos también esta idea por demás alentadora (Ex 4:22; Dt. 14:1; 2 Sam. 7:14; Ro 8:17).
Apocalipsis: La Gloria del Cielo (52).
Capítulo 21
Cielos nuevos y tierra nueva
“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar”. (Ap 21:1).
La revelación que Juan escribe en su libro, no tiene su punto final con el espanto y el terror de los que fueron rechazados por su incredulidad.
La conclusión del relato en todo caso, será una descripción maravillosa de la bendita felicidad de los creyentes que con valor han persistido hasta llegar al cielo.
Ya no se trata del orden social establecido en el mundo del hombre pecador. Todo lo contrario. Se trata del hogar eterno en su plenitud y en su gloria. De lo que el mismo Señor Jesucristo prometió a sus seguidores:
En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. (S. Juan 14:2).
Un pasaje muy reconfortante y que nunca nos cansaremos de leer. Cuando se trata de una de las mas hermosas promesas para la fe cristiana. ¡La gloria del cielo! Es en estas maravillosas páginas que se inspiró San Agustín para escribir una de sus obras célebres: “La ciudad de Dios”.
Se trata, por otra parte, de no olvidarnos de donde somos, y frecuentemente, levantar nuestros ojos hacia el cielo. San Pablo también nos ayuda enseñando acerca de este concepto de una fe con proyección eterna, de esta manera:
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. (Col. 3:1-4).
La convicción de una eternidad que nos espera, nos hace personas con visión. Amamos el cielo, porque allí se encuentra nuestra verdadera morada. Con su realidad en el corazón marchamos lleno de esperanza por este mundo. Como peregrinos. Con la certeza que ninguna prueba o dificultad será suficiente para detenernos. Tal como lo describe Juan Bunyan en su libro “El progreso del peregrino” -que les recomiendo leer para vivir una experiencia verdaderamente apasionante en la fe – cristiano, el personajes principal pasa por muchas tribulaciones. Pero sabiendo el que en su corazón el cielo es su hogar, cada acontecimiento es solo permitido para llevarlo a las puertas de la gloria.
El mundo tal como lo conocemos nosotros había dejado de existir.
Así comienza declarando Juan en esta sección de su relato,tal como lo describe el verso 1. En otras palabras el planeta tierra ha desaparecido. Tal es lo que Juan está viendo. Por cierto, en este punto hay muchas apreciaciones diferentes. Sin embargo parece estar muy claro que la transición es definitiva. Mas aún si tenemos en cuenta lo que nos enseña también Pedro en su epístola:
Pero El Día del Señor vendrá Como un ladrón.En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada.
Notas al pie: 2 Pedro 3:10 sueros: quemada. Var. Quedara Al Descubierto.
Es notable, que al parecer, esta descripción implicará grandes cambios físicos en el universo. Además, la idea es de una destrucción violenta y total. Hay en las frases una fuerza muy ilustrativa “los cielos pasarán con grande estruendo” (VRV), lo que puede referirse a una gran explosión, tanto por agentes internos de la humanidad misma, o externos procedentes del mismo espacio donde gravita la tierra.
Dice también “los elementos ardiendo serán deshechos” (VRV), lo cual como podemos ver involucra que la tierra “y las obras que en ella hay serán quemadas.” Así que no sabemos, si los cielos nuevos y la tierra nueva se refiere a esta tierra, la cual será renovada. O, en mejor de los casos, se trata de otra totalmente distinta. Aunque personalmente, pienso que esto es lo mas acertado de afirmar. Pues, creo sin lugar a dudas que Dios hace verdaderamente las cosas nuevas. La biblia afirma que el origen de todas las cosas es espiritual. Y así, el espíritu del hombre redimido, vuelve a su casa, a su hogar celestial. Donde lo espera una dimensión acabada de perfección.
A este pensamiento, le sigue otro punto sumamente interesante. Que si luego de la segunda venida de Cristo tendremos cuerpos espirituales, incorruptibles y glorificados, esto solo tiene sentido, ante el hecho de que no estamos ya confinados a un planeta, ni a casa material ninguna.
Antes, podremos recorrer libremente las esferas ilimitadas del espacio creado y de la eternidad,siguiendo los pasos de nuestro amado Señor. Meditemos en esto. Como El, luego de la resurrección, subió al padre y regreso con un cuerpo glorificado pero muy especial en sus capacidades.
El relato del evangelio nos dice que pasó a través de las paredes, y se presento en medio de la habitación donde estaban encerrados los discípulos por temor a los judíos. Ellos se aterrorizaron pensando que era un fantasma. Para tranquilizarlos Jesús les pide algo de comer. Y delante de sus ojos se come un pescado y un panal de miel.
¿Qué clase de cuerpo es uno que sube a la eternidad, hasta el trono del Padre, y luego baja en medio del hombre mortal y participa de sus alimentos? Esto que representa un gran problemas para un científico, no es mas que una señal de gozo para el cristiano!
Solo su cuerpo resucitado y glorificado podía hacerlo. Este era el primer precedente. Un cuerpo humano transformado y glorificado por el poder de Dios. Y lo maravilloso es que la escritura afirma que el Señor Jesucristo fue el primogénito entre “muchos hermanos”. Luego le seguimos nosotros!
Si por fe podemos afirmar que “Pues, como el es, así somos nosotros en este mundo”, (1 Jn 4:17). ¡Cuanto mas en la eternidad! El cielo nuevo y la tierra nueva es una clara descripción del cielo de Dios donde habitaremos los creyentes sin limitaciones físicas ni humanas. Y transformados a su imagen.
Por otra parte, los nuevos cielos y la nueva tierra ya habían sido profetizados por Isaías (Is. 65:17; 66:22), pero la conexión no es con la eternidad, sino con el milenio. La consecuencia ha sido que esto ha producido confusión en muchos autores, ya que no lograron percatarse del doble plano que encierran dichas profecías.
Es decir, aplicaban en la misma profecía, sucesos separados históricamente entre sí por muchos siglos. Así que no debemos confundir el milenio, que es un tiempo de gobierno de Dios en la tierra, con el establecimiento eterno de los cielos nuevos y la tierra nueva, que simplemente son manifestados ante los ojos de Juan como una realidad ya existente, como hemos visto.
La nueva Jerusalén
Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. (Ap 21:2).
Sorprende la descripción de la escena. La nueva Jerusalén es llamada aquí la ciudad santa, pues representa la morada de Dios. La visión de Juan deja bien claro que está describiendo algo que viene desde fuera de la tierra y que existía desde antes en el cielo (vea Juan 14:2; Heb 12:22-24).
Aquí, quiero transcribir un párrafo que me parece muy interesante acerca de la frase “bajando del cielo” en este verso que hace el reconocido comentarista Matthew Henry:
“La misma expresión se halla en 3:12, y esta repetición es notable, pues favorece la idea sostenida por muchos autores de que la nueva Jerusalén existía ya antes de ahora en el cielo (comp. con Jn 14:2) y se hallará, durante el Milenio, en torno a la tierra, como un satélite girando en su órbita, siendo retirada de la escena durante la destrucción de la primera tierra y el primer cielo, para descender después a la nueva tierra y posarse allí para siempre”.
Luego se destaca la frase “hermosamente vestida (o acicalada) para su prometido”, (Ap 19:7,8; Ef 5:27). Preparación esta que solo se puede alcanzar a través de la gracia (Ef 5:26,27), que justifica y santifica a la iglesia, para presentarla santa y sin mancha a su prometido.
De una u otra manera el cielo se manifestará en toda su gloria. Y cada uno de los que hemos creído seremos parte de su irrupción en el horizonte próximo de la historia humana. Historia que tiene un solo centro y un único clímax: Jesucristo! ¡Alabado sea su Nombre!
Apocalipsis: El juicio final ante el gran Trono Blanco (51)
Juicio de los muertos
11 Luego vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él. De su presencia huyeron la tierra y el cielo, sin dejar rastro alguno.12 Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se abrieron unos libros, y luego otro, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según lo que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros.13 El mar devolvió sus muertos; la muerte y el infierno[a]devolvieron los suyos; y cada uno fue juzgado según lo que había hecho.14 La muerte y el infierno fueron arrojados al lago de fuego. Este lago de fuego es la muerte segunda.15 Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego. (NVI).
- Apocalipsis 20:13 infierno. Lit. *Hades; también en v. 14.
El juicio final, vv. 11-15
“Este pasaje contiene uno de los mensajes más personales de la Biblia. Debemos leerlo a menudo: nos ayudará a estar preparados para responder cuando se pase lista.” Henry Halley
Cómo ya hemos visto este juicio tendrá lugar después de los mil años del Reinado Milenario de Cristo sobre la tierra, que será seguido por el evento de la segunda resurrección.
El v11, comienza con la aparición ante los ojos de Juan de un gran trono blanco ocupado por la majestuosa figura del Dios eterno. Tan gloriosa es esa presencia, que dice que el cielo y la tierra huyeron delante de El. Algunos creen que el fuego es la causa de la huida teniendo como referencia 2 P 3:10-12.
Un aspecto muy destacable, es que el juicio es completo y definitivo. Al punto que personas de toda época y región de la tierra estarán allí. Ante la realidad de que todos los motivos del corazón humano y sus hechos estarán allí reflejados en los libros.
De este día tan terrible, es el que nos habla Pablo, cuando dice: “El día en que Dios juzgará los secretos de toda persona”. (Ro. 2:16).
Por otra parte, podemos notar que solo habrá dos clases de personas. Los salvos y los perdidos. Pues nos dice que en “los libros” estarán escritas todas las obras de la gente. A su vez, se nos hace notar que otro libro fue abierto, es decir, “el libro de la vida”… haciendo una clara diferenciación, entre este, y “los libros” en base a cuyo contenido serán juzgados los muertos.
¿Por qué esta diferencia? Puede estar preguntando el lector. Pues, precisamente, porque el Libro de la Vida es donde están registrados todos los redimidos. Los que formaron parte de la primera resurrección (arrebatamiento) y también los que creyeron en el milenio (1 Tes 4:15,16; Ap 20:6). Lo que nos tiene que quedar claro: El juicio del gran trono blanco solo está relacionado con las personas cuyos nombres no están registrados en el libro de la vida.
Así, aunque la figura de este relato es terrible. Sin embargo, nos ayuda a tomar conciencia de estar siempre preparados. De conocernos mejor a nosotros mismo a través de la Palabra de Dios. Para el verdadero cristiano, estas imágenes no causan miedo o confusión ninguna. Al contrario, traen gozo y reverencia profunda a nuestro Dios y Padre que nos ama tanto, que ha provisto una salvación tan grande por medio de nuestro Señor Jesucristo. Bien podemos proclamar con certeza: “Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre ellos” (Ap 20:6). ¡Gloria a Dios por una esperanza tan completa!
Apocalipsis: El Destino Final de Satanás (50)
Apocalipisis 20:7-10
El diablo es lanzado al lago de fuego y azufre
Ya hemos visto en los capítulos precedentes (17-19) como todo el sistema diabólico mundial, representado por Babilonia y la bestia y el falso profeta como los agentes de Satanás eran completamente destruidos.
Al cumplimiento de los mil años, nos dice que será suelto deliberadamente – lo cual comprueba de una manera precisa que todo hecho en la historia humana, aún las fuerzas espirituales de maldad que lo generan – están bajo el control soberano de Dios.
En este momento de la historia, ha llegado otra vez el momento esperado por el diablo. De manera que aunque no se nos brindan mas detalles, vemos que la reacción del enemigo es violenta y furiosa. Como no podía ser de otra manera. Es como un intento desesperado, ya que el objetivo es recuperar el dominio sobre la tierra.
El v 8 comienza describiendo la actividad con la que comienza este plan diabólico. Es decir, con el engaño. Siempre será esa el arma que Satanás usa contra el ser humano. Magog es un nombre que define en general a muchas naciones, especialmente descendientes de Jafet (Gn 10:2) y el príncipe es Gog. Ezequiel también relata algo similar en los capítulos 38 y 39, los que nos ayuda a entender a lo que se refiere Juan. Es decir, los enemigos de Dios de todas las naciones que descenderán contra la ciudad santa.
Algunos lectores y estudiosos se preguntan al llegar a este punto: ¿Cómo pudo Satanás reunir a un número tan grande seguidores, si estuvo encadenado durante mil años y la humanidad vivió en un reino de justicia? Es necesario entender entonces, que como desde el principio Dios dio al hombre libre albedrío, de la misma manera será en el milenio.
Y también de que aunque será un reinado de justicia, sin embargo la naturaleza del hombre seguirá siendo pecadora.También nos hace reflexionar como cuando hay bonanza y prosperidad el hombre se olvida de Dios y le da la espalda. Como en nuestros días, y aún en las iglesias, que les molesta que se les enseñe un mensaje bíblico que habla del mal, del pecado y del diablo. Prefieren hacer oídos sordos y continuar mirando al diablo como un personaje de cómic rojo, con cuernos y tridente, mas bien inofensivo… que es lo que el precisamente quiere. ¡Y que decir si les hablamos de arrepentimiento!
Así reflexionamos, por el posible motivo que Dios tuvo al soltar al diablo. Debían ver otra vez, que el mal es una realidad, y que necesitaban a Cristo como Salvador de sus vidas. Pero luego de esa ultima oportunidad la humanidad nunca volverá atrás para mal. Solo vivirá en la plenitud de Cristo y de su Gloria!!Por último, en este relato tenemos el destino final de Satanás. El lago de fuego y azufre el cual pasa a compartir con la bestia y el falso profeta que ya le habían precedido.
En este punto muchos siguen preguntándose: “¿pero acaso el diablo no habita de por siempre en el infierno?” Pues nada mas alejado de la verdad. La escritura nos deja bien informados de que Satanás es “el príncipe de la potestad del aire”, y “el dios de este mundo” (2 Co 4:4). Así todo su ejercito puede deambular por los aires y la tierra hasta que sean expulsados del cielo (Ap 12:7-9). Ya hemos visto que toda su actividad termina con el regreso de Cristo a la tierra, donde es atado y encadenado en el abismo, y luego liberado por un breve período de tiempo, al final del cual es arrojado al lago de fuego y azufre donde – nos relata el v 10 – junto con todas las almas perdidas vivirá para siempre en tormento de “día y de noche por los siglos de los siglos”.
Otra vez, cerramos la página del relato para entrar a otra, no menos impactante y conmovedora cuando de la eternidad se trata. Tiene que ver con el destino eterno de las almas de los hombres. Lo veremos en la próxima entrega. ¡Bendiciones!
Apocalipsis: Eventos Del Milenio (49)
Apocalipsis
Capítulo 20
Versos 4-6
Eventos del Milenio
4 Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con *Cristo mil años.5 Ésta es la primera resurrección; los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años.6 *Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.
La breve descripción de estos versos, comenzando con el v. 4, se refiere de una manera bastante breve a procurar describir los acontecimientos mas importantes de este nuevo orden milenario. Juan comienza aquí contemplando unos tronos y también a quienes se sientan en ellos (Lc 22:29-30; Mt 19:28). El Señor debemos recordar adelantó a los apóstoles que habrían de juzgar a las doce tribu de Israel.
Pero lo llamativo en este v. 4 es la acotación a “… las almas…” ya que se refiere a los mártires que habían sido decapitados -según la costumbre de las ejecuciones romanas- por negarse a adorar a la Bestia, ni reconocer su falsa autoridad, guardando el testimonio de Jesucristo con sus propias vidas. ¡Cuanto amor por el Salvador! ¡Que entrega! ¡Que compromiso! ¡Que consagración! Como sacude este testimonio, el lecho de una iglesia contemporánea que duerme el sueño de la complacencia. “Despiértanos Señor… porque a la puerta está el cumplimiento de la profecía!”
“Volvieron a vivir”… añade Juan, sí… volvieron a vivir, porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos pues para él todos viven! (Lc. 20:38). Nada nos puede separar de su amor… ni siquiera la muerte… que para el cristiano es nacer a la verdadera vida… como la cigarra cuando abandona su hábitat para elevar sus alas al vuelo de la verdadera libertad.
Así ellos, habiendo vencido la muerte “reinaron con Cristo mil años”. Ahora podrían gozar de las bendiciones de haber ofrendado sus vidas a su Señor.
¿Qué incluía ese nuevo estado de resurrección? Administrar el reino universal en la tierra como reyes, para concluir luego en un estado perfecto proyectado hacia la misma eternidad, como veremos luego en el capítulo siguiente.
Ahora bien, al llegar al v. 5, no debemos confundirnos, y entender, que los del v. 4 ya estaban resucitados. ¿Qué queremos decir?
Pues, que nos ayudará recordar, que esta primera resurrección – teniendo en cuenta todo el contexto del Nuevo Testamento – es una de etapas sucesivas y gloriosas.
Así, tenemos a Cristo que seguramente vendrá acompañado por los mencionados en el pasaje de Mt 27: 52,53.
Luego también, los que hayan participado en el arrebatamiento de la iglesia, según 1 Ts 4:15-17, el cual es muy importante consultar.
También le seguirán, los santos no pertenecientes a la iglesia y que se mencionan específicamente en el pasaje que estamos tratando en el verso 4. Podemos preguntarnos ¿Porqué? Pues, porque así como ellos, fueron humillados públicamente por su testimonio, así, son apartados por el Señor para presentar una victoria notable y relacionada con el establecimiento del reino de Cristo en la tierra.
Y los creyentes que hayan muerto durante el milenio, si entendemos que aun allí existirá la muerte (v. Is 65:20). Aunque aquí hay opiniones encontradas.
Finalmente, viene la segunda resurrección que está relacionada al juicio final de los impíos delante del Gran Trono Blanco. Donde comparecerán solo los incrédulos.
De esta manera el verso 6, enumera frases de bendición para los cristianos, como que son llamados “felices” o “dichosos”, dando a entender así, que se encuentran en un estado de perfecta felicidad, la que solo puede encontrarse en la misma presencia de Dios.
Es notable también la alusión que reza: “Sobre estos la segunda muerte no tiene autoridad”, recordemos que en el verso 14, leemos que “el lago de fuego es la muerte segunda”. Aclarando, así, que los que han muerto en el Señor, no sufren daño alguno de esta muerte segunda, pues “para los que están en Cristo Jesús no hay ya ahora ninguna condenación” (Ro. 8:1). ¡Sus ropas están lavadas con la sangre del Cordero!
Cobra mayor significado todavía, la verdad de que “… serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El durante mil años”. A quién, si no a estos, se refiere ya desde el capítulo uno Juan, cuando dice en el 1:6, de que Cristo “… nos ha hecho un reino, sacerdotes para su Dios y Padre”. ¡Que maravilloso futuro para los lavados por la sangre del Cordero! Administrar los tesoros sagrados de nuestro Padre… privilegio exclusivo solo de sus sacerdotes y reyes. ¡Aleluya!